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Un Nobel para Lorca

Hay que agregar otra insensatez a las muchas que han rodeado al galardón de Estocolmo. Una campaña, que por el apoyo de doscientas figuras culturales como Bardem o Pilar del Río, ha tenido una proyección masiva en los medios de comunicación, exige que este sea otorgado de forma póstuma al granadino Lorca.

No hay duda que el poeta –o los muchos- del Cante Jondo, Cancionero gitano o Poeta en Nueva York haya merecido el reconocimiento, ni la hay de que el comité ha hecho omisiones terribles. No lo tuvo Roth, que acaba de morir. Tampoco Tolstói, Borges, Parra, Vallejo, Eco, Yourcenar, Puig, Eustaquio Rivera,  Woolf, Cortázar, Fitzgerald, Dos Pasos, Pessoa, Miller, Joyce, Calvino, Gallegos, Proust, Gorki, Buero Vallejo, Tenesee Williams, Wolfe, o Delibes; por mencionar algunos.   

Para empezar, hay que considerar que la misión del premio es un reconocimiento y una dotación económica.

Lo primero es, por supuesto, el tema más debatido pero aquí no es el lugar para debatir sobre la naturaleza de premios, canonización o la subjetividad de las estéticas. Pero es claro que Lorca, a pesar de ser asesinado a los treinta y ocho años, dejó una obra vasta cuyo valor no se cuestiona. Las representaciones teatrales constantes de sus tres tragedias La casa de Bernarda Alba, Bodas de Sangre y Yerma, además del interés por su universo poético y el de la dramaturgia irrepresentable, lo convierten no solo en un escritor vivo sino en uno del que es imposible de escapar (si por alguna razón se quisiera) como Poe o Neruda.

Lo segundo es que esa inyección bancaria de un millón de dólares, que Lessing se gastó, convierte al Nobel en una seguridad para lo escritores, los escritores vivos. Sería ideal que lo ganaran escritores como Rudyard Kipling, quien ha sido el laureado más joven con cuarenta y un años. Así, sería un estímulo para que logren mantener la creación con la tranquilidad económica que pocas veces brinda el mercado editorial.     

Es esta razón por la que el carácter del Nobel de Literatura no es póstumo. Solo Axel Karfeld, poeta que fue secretario del comité y uno de los que impidió la premiación a Pérez Galdós, lo ganó desde la meditación amarga del mausoleo. Pero su caso es excepcional porque murió en 1931, mismo año  que se anunció su victoria. 

En todo caso, la parca tiene la tradición de llevarse las mejores plumas. Si empezamos a premiar hacia atrás, entonces habría que empezar por Homero y todos lo héroes anónimos, pasar por Dante y Milton hasta Balzac y Dickens. También hay que recordar que los muertos no se preocupan de créditos hipotecarios como nosotros, los tristes vivos.

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