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paola maita
Photo by: emilykneeter ©

Un lugar imaginario llamado Venezuela

Venezuela se ha convertido en un estado de ánimo. Ha pasado de ser un país, un territorio con forma definida, para convertirse en esta masa amorfa de sentimientos que apelotonan el alma. Es el mensaje de WhatsApp que no quiero recibir diciendo que hay otro apagón, lo que bordeamos S. y yo en nuestras conversaciones, los sueños que esperan a los pasaportes que no se imprimen, artículos sobre métodos de torturas, las frutas cuyo sabor no logro replicar, una Caracas antes vivaz y que ahora algunos proclaman muerta

Venezuela es un lugar que muta todos los días en un ir y venir de llamadas que cruzan los continentes. Es lo que intento no llorar en el tren porque llegar al trabajo con el maquillaje corrido no da la mejor de las impresiones.

Podría culpar al calor, esta humedad mediterránea pegajosa que nada se parece a la caribeña, pero en el fondo sabría que no tiene sentido.

No sé si alguien más en este tren de las 7:51 am tendrá a su país atragantado. Todos tenemos nuestros teléfonos, libros o laptops para escondernos del mundo, para ir a un lugar virtual e imaginario. No importa si pesa, duele o abraza.


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