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Jose Ignacio Benitez
Domingo en Llamas

Un hiato en llamas

Son casi las 8:30 p.m. del sábado 7 de enero de 2017 en una calle indefinida de La Latina, y el espíritu de celebración que se manifiesta en los alrededores de la barriada hace pensar que Melchor, Gaspar y Baltasar mutan de magos dadivosos a rumberos desaforados en la mente de los lugareños que dejaron atrás la niñez, quienes envalentonados por ese trío de parranderos ven a la madrugada del lunes como la meta final de sus cruzadas particulares.

Achispado por algunas copas del riojano de varias casas, salgo del bar de paso a fumar y conversar un rato con Jonacho. “Esta ciudad es una maravilla, Javito. Es como Baruta, pero más pueblerina”. Yo quería hablar directamente de música, pero antes conversamos un poco sobre la familia, las amistades en común, la panacea que es el clima del trópico y sus primeras impresiones de Madrid como hogar.

A pesar de la sencillez que caracteriza a José Ignacio Benítez, y luego de años de amistad, no logro tratarlo como a un parroquiano común y corriente. Le tengo un respeto inmenso, ya que probablemente estamos hablando de uno de los mejores cantautores en la música popular latinoamericana del naciente siglo. “Me traje un amplificadorcito de mesa que se quemó a los pocos días. No funcionaba bien con el voltaje de acá. Pero igual he estado escribiendo, y ya tengo diez letras planchadas, listas para comenzar a trabajarlas musicalmente”.

Aprovecho la pausa para soltar cumplidos a Nicanor (2015), mi favorito de los últimos cuatro discos que colgó simultáneamente en la web como Domingo en Llamas. Él aprovecha para aceptar el cumplido amablemente, y a su vez soltar novedades de rigor para todos los que nos consideramos seguidores de su principal proyecto musical: “Domingo en Llamas se quedó en Caracas, hermanito. Yo hubiese querido finalizar el ciclo en 2010, pero todavía me faltaban cosas por hacer y aprender de esos procesos. Una vez brotado lo que quedaba, él mismo y con naturalidad me dijo que el ciclo estaba acabado. Y era lógico porque había mucho desgaste psicológico, ya no había disfrute, había mucho oficio y mucha cabeza y ya no quedaba placer ni cuerpo, se me hicieron insostenibles muchas cosas y si algo tenía ese proyecto es que era de verdad, y ya no empatizaba con los métodos que me había propuesto 10 o 15 años atrás. Antes me fascinaba construir templos y luego reducirlos al boceto. Me retaba a tomar el maíz de la cachapa y devolverlo a la planta, hacer el óleo sobre tela a gran escala y devolverlo al lápiz sobre servilleta. Pero eso dejó de funcionar”.

 

 

Trabajar el ritmo de la palabra con el mismo cuidado, y hasta un poco más, que el que se le presta a la música. Allí podría estar el secreto de las dimensiones de literato atribuidas a este compositor. Pero el poeta y cronista Willy Mckey detalla mucho mejor esta teoría: “Uno de los puntos más fuertes de Domingo en Llamas es la dinámica que establece con la palabra en sus canciones. La manera en la que la palabra está siempre delirando, eso es la poesía. La poesía es agarrar al lenguaje y desgoznarlo, como sacarlo de quicio, abrirle una puerta y ponerlo a funcionar en otra dimensión”.

En una línea similar de pensamiento, Mercedes Sanz, periodista especializada en la fuente musical, arroja un poco más de luces sobre las claves de creación en el universo personal de Benítez: “Imaginémonos por un momento a Aquiles Nazoa, Luis Carbonell, Nicolás Guillén, San Juan de la Cruz, Lope de Vega, Jack Kerouac, Nacho Vegas, Tom Waits, Arthur Rimbaud, por nombrar algunos, en un solo personaje. Que alguien tenga estas influencias no hace que su propuesta sea incomprensible, para nada. (…) José Ignacio es de los que se encierran en su madriguera en la montaña a escribir canciones. Es un tallador de la palabra: la moldea, le saca brillo, la pulveriza o la deja al natural según sus necesidades. Es un amanuense consumado”.

Mientras que José Urriola, escritor, profesor y defensor a ultranza de la buena ciencia ficción, arroja comparaciones loables y suscribe su opinión en relación a las líricas del músico: “Me tomaré la libertad de hacer una doble sentencia sin el mínimo resquicio de duda. Domingo en Llamas es el mejor vocalista y el mejor letrista que haya conocido jamás en la música venezolana. Un prodigio, ni más ni menos. Es el Leonard Cohen de Baruta, nuestro propio y personalísimo Bob Dylan. (…) Es de los pocos músicos del patio que no se ha olvidado de la poesía. Quizás ni lo sospeche. Es un músico-poeta o un poeta haciendo música. No es solamente un asunto métrico, melódico, la aritmética del verso que encaja a la perfección con los acordes de la guitarra, sino que su poesía cobra significado por igual tanto en el vuelo lírico como en la narración”.

 

 

Éramos alrededor de unos cien asistentes en la sala del Centro Cultural BOD durante el domingo 19 de mayo de 2013, pasadas las 6:00 p.m. En el lugar se desarrollaba el 1er Festival de Cantautores: Generación Siglo XXI, organizado por la Ladosis, la única revista venezolana centrada completamente en música. Juan Carlos Ballesta, editor y director de la publicación, sabía que Domingo en Llamas se resistía a dar conciertos, al ser su creador un obseso de los detalles que aseguran un buen sonido en cada segundo del repertorio. Y por eso Ballesta no escatimó en esfuerzos técnicos para ofrecerle a Benítez un escenario a la altura de sus ambiciones. Un escenario en el que se registró la mejor presentación en vivo de las poco más de veinte que tuvo la banda a lo largo de sus doce discos (y años) de historia. Los formatos para estas contadas ocasiones cambiaban continuamente, y la fortuna sonora se alineó en esa fecha al presentar un inédito y poderosísimo sexteto, en el que José Ignacio soldó una llave perfecta, tanto para su voz como para su guitarra, junto a Simón “Mandrake” Hernández en la batería, Rafa Pino en la percusión menor, Chapis Lasca en el bajo de cuatro cuerdas, Enrique Pérez en el bajo de cinco cuerdas y “El Cachorro” Héctor Tosta en la segunda guitarra. Puro malandro, como se diría en la jerga correspondiente. Y la distopía venezolana en desarrollo obliga a resaltar que eso es un cumplido.

“Las iguanas voladoras con botas de terciopelo / son las falsificadoras de mi duelo. Ángeles en pleno luto descabezan a Morfeo / en el último minuto y hay rumores de saqueo”. La primera estrofa de “Diógenes Escalante” retumbó en declamación, y todos los que estábamos en el teatro callamos, escuchamos y observamos. Siguió “Tocorón”, con los lamentos epistolares de un recluso hacia su amada. Luego llegaron los pormenores en cuatro episodios de las “Carreras de saco en El Portachuelo”, que le dieron paso a “La balada del mielero”, una película de carretera hecha canción que incluye recorridos por rincones de los estados Mérida, Sucre, Miranda, Yaracuy, Trujillo y Falcón.

Fueron ocho composiciones dispuestas como la estrategia de un mánager de béisbol caribe, una seguidilla de imágenes narradas que, a pesar de haber sido escritas en años y momentos diferentes, evidenciaban la autenticidad presente en todos trabajos registrados en el cancionero de Domingo en Llamas.

Sonaron los versos alejandrinos, dodecasílabos y endecasílabos, todos positivos en asteroides, que conforman las distintas secciones de “Botánica Elemental”, y después la clásica “Depredadores”, una de las pocas piezas de Benítez en la que se asoma algo parecido a un coro. Seguidamente impactó en el recinto una alucinante descarga eléctrica que ejecutó la banda en “Aquiles Nazoa blues”, un tema cuya letra está construida por los títulos de trece obras del autor mencionado en su nombre. Y se confirmó la cercanía del cierre con el inicio de “Lluvia sobre los timbales”, que en directo multiplica el alcance sonoro de sus secciones netamente rítmicas, y que en su tramo final se vio coronada por un solo de guitarra clara y llanamente bestial. Porque Jonacho logra cosas con este instrumento tan buenas como con sus textos. Y es un guitarrista zurdo, como algunos otros grandes.

 

 

El espíritu de inquietud evidenciado en la carrera de este artista nos invita a pensar que cerrar el ciclo de Domingo en Llamas es otra apuesta más con miras al crecimiento. Sin negar sus bases en el folk-rock, la gran cantidad de géneros musicales a los que ha apelado en su docena de grupos de canciones, como él mismo define a sus discos, no hace sino reflejar el comportamiento innato de una expresión que se alimenta de la búsqueda constante. Y parte de ello ya se ha manifestado en sus aportes para Pajarera Vertical (2015), grabación debut de Agustín Bracho y Moisés de Martín, un dúo en el que comparte labores con el también caraqueño Gustavo Guerrero, genial compositor y brillante templador de cualquier cuerda que se le atraviese, y quien actualmente ejerce labores de dirección musical en la banda de Natalia Lafourcade.

“Nunca hemos dejado de hacer canciones juntos, es incluso una forma de comunicarnos en nuestros encuentros, así sea por correo, nota de voz o en persona. Tenemos material para dos o más discos, pero muy probablemente lo próximo que hagamos lo firmemos como Augusto Bracho y Jonacho Benítez”, escribe el segundo a dos meses de la conversación madrileña de apertura, en el necesario e-mail del estribo para ajustar las tuercas finales de este experimento disfrazado de primicia. Seguidamente, ofrece más pistas sobre sus trabajos venideros: “Siempre he querido grabar un grupo de canciones con mi nombre y empezar un camino, cualquiera que sea. La vida cambia y a medida que avanza algunos misterios se van revelando. A partir de ahí es inevitable des-metaforizar el pensamiento, por lo que la acción empieza a parecerse más a su propio nombre y eso no puede ser más estimulante”.

La protección en contra del peligro que representa ponerse de moda ha sido una característica presente en la trayectoria de este cantautor desde sus inicios. Y actualmente continúa esquivando cualquier condición que rompa esa especie de pleito que existe entre la canción popular y el triunfo económico de quien la compone: “La fama me parece fantástica, solo que a mí no me apetece. Lo que hago tiene unos puentes muy particulares con los que lo escuchan, incluso parte de la gracia ha estado en dinamitar una sección de esos canales, y sigo teniendo muy intacto el hecho de que no hago canciones para audiencias ni para ser mostradas, tal como ocurre con ciertas formas tradicionales y folklóricas del mundo entero con las que igualmente me siento muy identificado. No obstante, si luego llegan hasta una tarima, pues fabuloso. Qué hermoso desafío, cuánto aprendizaje y qué interesante esa dimensión, pero esas canciones han nacido por otras circunstancias, otras necesidades y otras razones”.

 

 

Más allá del escape a la notoriedad pública y de un talento ligado a la preparación exhaustiva, tanto en el terreno musical como en el literario, se me antoja que existen tres tipos de silencio que gravitan alrededor de José Ignacio Benítez. El silencio ansioso entre la publicación online de cada uno de sus grupos de canciones, siempre en archivos mp3 a 192kbpz, que fueron grabadas y editadas entre el 2005 y el 2015. El silencio infinito de los que estén esperando un trabajo nuevo bajo la máscara de su alter ego más conocido hasta el momento. Y el silencio bien ganado del público que pudo presenciar en vivo a Domingo en Llamas, bien sea en un bar, un parque o un auditorio, en las contadísimas ocasiones que eso ocurrió.

Muchos melómanos estamos esperando contar con un nuevo silencio en esa lista. Y celebraremos el día en el que este se rompa, porque los testimonios de aquellos que pasan de coristas aficionados a solistas profesionales con humildad inevitablemente tendrán a la re-invención jugando a su favor.

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Juan C Ballesta
Juan C Ballesta
6 years ago

Estimado Javier. Como siempre agradecido con tu prosa. En este caso «la primicia» es algo que en el fondo me esperaba. No he hablado con Jonacho desde que se fue a Madrid, con el es mejor darle aire. La despedida de Domingo en Llamas ocurrió un sábado 4 de junio de 2016 en el Concierto #41 de Ladosis, oportunidad en la que solo pudo cantar dos canciones por su precario estado de salud (emocional y físico). Poco después partiría a Madrid. Tenemos deudas, como por ejemplo un disco en vivo con temas escogidos de las siete veces que lo presenté.… Seguir leyendo »

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