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miguel teposteco
Photo by: Ben Seidelman ©

Un animal sexual en el monte

En uno de los balcones de la casas de la colonia Morelos hay una bola de carne que baja por el cerro, chocando con los árboles por las madrugadas.

Aplasta animales, aplasta personas y cuando llega a un punto determinado, saca una lengua, penetra la tierra y se entierra.

Espera a que los animales le pasen por encima y soben su piel delicada, llena de nervios.

Cuando hay suficientes animales, atraídos por una fuerza magnética, la bola de carne se humedece y despide un olor ácido. Seguir a la bola de carne del monte es difícil. No se sabe en qué parte del monte aparecerá.

Marisa me dijo que hace unos días, en un operativo en conjunto con el Gobierno Federal, se captó a la criatura de cerca y le pidieron extraer líquido, que resultó ser un excelente afrodisíaco.

Uno de los proyectos con esa criatura es darle un ambiente confortable para poder distribuir sus productos por las Sex Shop del país. Marisa me dice que esto tendrá un final cruel, parecido al que tienen las vacas en los mataderos.

Serían campos de concentración para criaturas sexuales. No es la primera vez que escucho este miedo, pero hay pocas cosas que pueda hacer más que advertir a las autoridades sobre el origen de las criaturas sexuales. Que, por favor, no hay que meterse con ellas.

Si alguien las molesta con mucha insistencia, pueden armar un solo cuerpo y destruir toda la ciudad. Sería una masacre. Solo una bomba nuclear podría acabar con algo así, de verdad.

Pero las autoridades quieren dinero, y ante ese impulso hay pocas cosas que se puedan hacer.


Photo by: Ben Seidelman ©

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