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fabian soberon
Photo Credits: Hernán Piñera ©

Un anciano de Yerba Buena

Un anciano circula por los márgenes de Yerba Buena, en Tucumán. A veces, se instala en la plaza vieja con un carrito que vende cubanitos y comida barata. Tiene una esposa y un hijo, a los que ve cada tanto. Sobrevive en las calles. Su vocación es ayudar a los pobres y a los migrantes. Se hace amigo de los pordioseros, los lustrabotas, y su mayor entrada económica son las clases que dicta a los jóvenes ricos, hijos de la aristocracia provinciana.

Pregona la compasión y la disminución del odio. Cree que es mejor ayudar que odiar. Va de plaza en plaza y de barrio en barrio: habla con los que se cruzan en el camino.

Un día se detiene en plena vereda céntrica. Detecta un señor de traje, muy elegante, a quien no conoce o no recuerda. Es el ex intendente. El anciano le pide que lo ayude a definir qué es un gobierno, en qué consiste el trabajo del Estado. El anciano se comporta como un niño. Le hace preguntas elementales. El intendente lo escucha con atención. Responde sin titubeos. Primero le dice que él ha sido elegido por el pueblo y que solo ocupa el poder ejecutivo. El anciano le pide que le explique qué entiende por pueblo. El intendente farfulla una serie de ideas pero tiene más dificultades para definir el pueblo. Cansado, con muchas ganas de volver a su barrio, el anciano le pide que le diga por qué tenía interés en gobernar la ciudad. El intendente se ve en apuros. Da una lista de razones pero ninguna satisface al hombre mayor.

El intendente se enoja con el anciano y le pide que tenga cuidado, que él sabe quién es y que si sigue así corre riesgos de ser acusado ante los jueces de la ciudad.

El anciano se ríe a carcajadas. Mientras el intendente se aleja, susurra, para sí mismo, sin que nadie pueda oírlo, que ha escuchado en una esquina, la noche anterior, que lo acusan de corromper a la juventud y de proclamar nuevos dioses.

Se acomoda los tiradores del pantalón y se aleja. Camina como si nada hubiera ocurrido.


Photo Credits: Hernán Piñera ©

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