En mi país no hay estaciones, pero he visto la primavera. Fue el día que me murmuraste “Eres hermosa” por primera vez. Habíamos terminado de hacer el amor. Te brillaban los ojos a pesar de que la luz del motel era detestable.
Aunque quise decirte lo mismo, no pude. Sabía que si abría la boca te diría “Te amo, quédate conmigo, dejemos todo, jamás seré de alguien más como soy tuya. Te quiero conmigo y para siempre”.
No podía decirte eso. Desataría un tsunami. Lo sabíamos. Por eso jamás nos dijimos cosas que nos llevasen a destruir el mundo.
Solo pude sonreírte. Y no, sé que no fue suficiente. Estoy segura que no te dije todo eso con un gesto. Así que te lo escribo ahora, cuando es tarde y el mundo ya no corre peligro.
A pesar de todo, sigue siendo igual de necesario y vigente, porque para mí el tiempo se congeló en aquel cuartucho, donde por primera vez floreció la primavera ante mis ojos.