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Volcan Irazu
Photo by: Leonora (Ellie) Enking ©

Tres volcanes al atardecer

Me gustan los inicios de año auspiciosos. Aquel primero de enero salí a caminar por mi barrio josefino al atardecer. Desde que salí de nuestra calle y doblé hacia el este, vi la cima del Volcán Irazú (3492 metros sobre el nivel del mar) completamente despejada, al igual que sus faldas verdiazules. Un coloso me saludaba a la vuelta de la esquina.

Fui hasta las instalaciones deportivas del Colegio Técnico de Calle Blancos, donde suelo caminar por la pista atlética alrededor de la cancha de fútbol. Desde allí se observan las montañas a todo alrededor de mi querida San José. Me gusta contemplarlas y pensar mientras camino.

Pero rara vez se ven totalmente despejadas las cumbres de todas las montañas, como aquel inicio de año. Al dar la primera vuelta a la pista me percaté de que la cima de los tres volcanes que rodean al Valle Central se veían claramente. No sólo la cima del Irazú al este, sino la del Barva (2906 m.s.n.m.) al norte y la del Poás (2708 m.s.n.m.) al noroeste se mostraban con nitidez.

Le di varias vueltas a la pista, saludando a cada coloso cada vez que pasaba frente a él. Lo hice hasta que el sol se escondió por detrás de las montañas de Escazú al oeste de la ciudad. Incluso di un par de vueltas más, mientras las pocas nubes al oeste brillaban con fulgor ambarino y las cimas de los volcanes se tornaban de un azul cada vez más profundo.

Con esa vista de tres volcanes al atardecer, agradecí el inicio de un nuevo ciclo vital. Quizá aquella vista, que ahora recuerdo con cariño, sea de nuevo el augurio de un año colosal.


Photo by: Leonora (Ellie) Enking ©

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