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daniel campos
Photo by: Helen Harrop ©

Tres rincones personales: Brooklyn como «personscape»

El filósofo brooklynense John McDermott, radicado por mucho tiempo en Texas, ha escrito que para humanizar las ciudades, especialmente las grandes ciudades estadounidenses, y darles una dimensión afectiva, es necesario encontrar puntos de referencia personal con los que nos podemos identificar. Con referencia a estos puntos, o rincones, nos podemos orientar, no solo geográficamente, sino vivencialmente también. Estos puntos transforman un cityscape, o paisaje urbano, en un personscape o paisaje personal.

Viernes. Estoy cansado. No pensaba salir pero he estado escribiendo y leyendo todo el día y me siento inquieto en mi apartamento. Salgo a caminar e inconscientemente mis pasos me llevan a Barbès, un bar donde cada noche hay buena música en vivo de géneros variados. Llego a tiempo para escuchar el concierto de Zemog el Gallo Bueno. Los había escuchado una vez aquí mismo y me quedé un poco perplejo. Es música afrolatina y puertorriqueña, pero con toques experimentales algo rockeros e improvisaciones jazzísticas. No estoy seguro si me gusta, pero quiero escuchar más. La mesera polaca, quien me reconoce, me mira al llegar, me sonríe y me pregunta “¿Guinness?”, pues ya conoce mis gustos. Escucho y le agarro la onda a Zemog y concluyo que sí me gusta su música. Abraham, un espíritu creativo de raíces peruanas y puertorriqueñas, es buen líder musical de su banda y sus improvisaciones con las letras son interesantes. Además, en Barbès me siento en casa y aunque esta noche no reconozco a nadie en la audiencia, a menudo sí me encuentro a alguien conocido o converso con gente nueva. Después del concierto, camino tranquilo a casa bajo la luna llena. Así, el viernes que pintaba aburrido termina con un toque interesante.

Sábado. Me he puesto de acuerdo con Tsun-Hui para asistir a un espectáculo de danza en la Opera House de la Brooklyn Academy of Music. Se trata del show “Monumental” de la compañía canadiense The Holy Body Tattoo, acompañada en vivo por el grupo de rock Godspeed You! Black Emperor. Nunca he visto danza con música en vivo. Y el tema me atrae, pues retrata la vida ajetreada, en contexto urbano, de quienes viven para su «carrera», o sea, de quienes viven para correr. Llego sobre la hora y mi amiga taiwanesa me ha esperado con paciencia. Entramos. La música es avasalladora y la danza vigorosa, de mucha fuerza, por momentos atlética y acercándose a la lucha cuerpo a cuerpo. A mí me llega. Me parece una crítica ácida, dura, de lo que en inglés llaman rat race, es decir, la vida de personas que corren como ratas detrás de un premio en jaulitas experimentales. Me inspira a cantarles «La vuelta al mundo» de Calle 13 a los personajes. A Tsun-Hui no la convence tanto la coreografía ni el estilo de danza. Lo comentamos después del show, mientras caminamos por las calles de Fort Greene y buscamos el restaurante libanés Black Iris para cenar. Esta es una experiencia recurrente: BAM, caminata y cena con mi amiga. Siempre me hace bien.

Domingo. Hoy leí El banquete de Platón y Nature de Ralph Emerson, y planeé clases todo el día. Todo bien con Platón y Emerson, pero necesito despejarme. Me he sentido cansado y somnoliento toda la tarde. Entonces preparó mi indumentaria de natación y me voy a la piscina del YMCA de Park Slope. He estado nadando allí por años. Y aunque no he hecho ni una sola amistad, pues la cultura acá es tal que cada quien anda en lo suyo, sí reconozco algunos de los salvavidas y de las personas que trabajan en el despacho. Y reconozco a algunos nadadores que me saludan a la gringa, es decir, inclinando la cabeza y hasta ahí. Pero no importa. Es otro lugar que me resulta familiar. Tengo incluso mi carril favorito para nadar, el segundo desde la derecha. Esta noche me toca entrar al agua en éste y cuando me pongo a nadar a mi ritmo, me siento en casa.

Barbès, BAM, la piscina del YMCA: tres rincones personales que convierten a mi Brooklyn en un personscape.


Photo by: Helen Harrop ©

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