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Titanic City de Eduardo Goldman

Titanic City de Eduardo Goldman

Celebro con mucha alegría la aparición de la novela del escritor argentino Eduardo Goldman, Titanic City, publicada por la editorial Aquitania Siglo XXI, empresa literaria dirigida por Gabriela Guerra Rey (reconocida escritora cubano-mexicana), Annia Galano (científica y escritora), Gabriela Fundora (científica y fotógrafa) y Mariana Otero (periodista y escritora).

Afirma en Twitter, el destacado crítico y novelista de ficción especulativa, Jorge Carrión, que la mayor parte de las novelas que se publican en la actualidad no creen en la ficción. Carrión tiene mucha razón en esa afirmación. No es el caso de este nuevo libro de Eduardo Goldman. Por el contrario, Titanic City es una novela que muestra y demuestra con creces su amor por la ficción y por la literatura:

“Julio Cortázar, Emily Dickinson, Gustavo Adolfo Bécquer, Pablo Neruda, John Keats, Rafael Alberti, Antonin Artaud, Rainer María Rilke…”.

Los nombres siguen desgranándose de la interminable lista en manos del jefe. Uno a uno desfilan los grandes creadores de la poesía universal, profanados por la boca reseca del tirano, sin que el bello rostro de la mujer pareciera conmoverse, ni ver alterada su respiración cadenciosa, distante, indiferente al infierno de Esportin City. (59)

La ciencia ficción como la literatura de horror no solo nos introducen a un mundo dominado por máquinas, tecnologías asombrosas o monstruos, sino que expresan el profundo sentir humano. Por ejemplo, en las historias de Stanislaw Lem se destaca la problemática de la comunicación. Asimismo, en Frankenstein o el Nuevo Prometeo de Mary Shelley se valora el tema de la justicia y el quebrantamiento de la ley natural. También, en esta novela de ficción especulativa de Goldman, sobresale la relación con el Poder, asumiendo que todo Poder es maligno en su inmanencia, por más que nos cuenten otra historia los políticos de nuestros países. La relación compleja con el Poder es intrínseca al desarrollo de la civilización humana y ese inevitable vínculo y resistencia nos ha traído hasta aquí, a esta encrucijada o cruce de caminos con un mundo y, sobre todo, una realidad o realidades a punto de estallar en mil pedazos:

Cumplir con las órdenes del jefe debía ser tomado como religión, y lo sucedido a esos mártires justificaría cabalmente el sentido de un autoritarismo que, dado lo terrible del suceso, ya no quedaría como un férreo control sin sentido, sino como un ordenamiento necesario para la protección de los ciudadanos. (45-46)

En Titanic City hay una creencia absoluta en el poder de la ficción y el arte, así pueblan la novela sus múltiples formas: teatro, poesía, novela, cine, crónica periodística, etc. Todas estas formas son elementos constitutivos, esenciales de este rizoma literario. En la novela de Goldman hay una creencia irredenta en la libertad. Suena raro, pero en estos tiempos, las novelas se han convertido en los últimos reductos de libertad, como las torres, en lo que queda de Buenos Aires, donde sobrevive la humanidad de la nube tóxica, en un mundo tan polarizado. Precisamente, la literatura, actualmente, está bajo asedio por fuerzas totalitarias que quieren silenciar su polifonía. En la novela de Goldman, en cambio, personajes como el doctor o Laura pueden discrepar civilizadamente a pesar de sus experiencias traumáticas. Eso, en la novela constituye el valor de la polifonía y es algo que prácticamente ha desaparecido en nuestra realidad de nube tóxica donde ya no podemos discrepar y conservar nuestra humanidad en el proceso:

El doctor menea la cabeza desechando recuerdos. Toma las manos del jefe y las une sobre el pecho, otorgando cierta dignidad a su muerte. —Volviste a sorprenderme, viejo amigo —le dice,

con voz quebrada—. Pudiste leer ese puto libro. Quizás sea el peso de tantas pérdidas lo que duele en ese póstumo saludo, viejas heridas que se niegan a desaparecer, y siempre retoñan abriendo llagas, aún con la muerte de quien pudo ser su asesino. Se incorpora lentamente y al volver sobre sus pasos ve a Laura, esperándolo. Se acerca a ella. En sus ojos verdes se esconde, sigilosa, la vida. (229)

Me siento más libre en una novela que en la realidad porque el mundo creado por la novela, en este caso, Titanic City, hecha de múltiples espejos o retazos de distintas prácticas textuales y del saber e idiosincrasia popular me devuelven el reflejo de mi humanidad complicada y en crisis, pero humana, finalmente:

—Bien dicho, tordo. Pero no hacés más que darme la razón. Imaginate que ahora nos cae un

rayo encima. ¿No sería eso imprevisible? O viene un tornado, o explota un volcán. ¿Quién se esperaría algo así? Esta misma nube tóxica que nos engulle centímetro a centímetro. ¿Alguna vez te imaginaste que iba acabar con nuestro mundo? La vida no es previsible, tordo. Y yo soy precisamente eso, la vida. Les enseño que deben estar preparados para todo. A que nada es previsible, a que vivan atentos, despiertos. Porque si cierran los ojos por un instante… (11)

Una novela debe narrarnos una buena historia, mostrar personajes bien delineados e identificables, además debe atrapar al lector, sí, algo tan fácil de decir y tan difícil de lograr, e invitarte a sumergirte en un mundo autónomo para que el lector baqueano pueda explorarlo, hacer suya su semiósfera y su periferia o espacios de frontera, y sentir que se forma parte de esa realidad, que uno está integrado como baqueano lector a esa realidad ficcional. Esas características representan un criterio básico para evaluar los méritos de cualquier buena novela, sea esta metaficcional, realista, especulativa, etc. Todas esas características las cumple a cabalidad Titanic City:

—La súplica está penada por ley, o algo así. El débil es descartado, digamos, darwinianamente. Esta es una ciudad para fuertes. —¿Una ciudad? ¿Cómo una ciudad? Es imposible. Todo está cubierto por… —La nube, ya sé. Pero a este complejo de edificios lo llaman ciudad. Pretensioso, ¿no? Es como si las hormigas creyeran que su hormiguero es todo un país. Quién sabe, quizás lo sea. (40)

Afirmó en una conferencia el destacado crítico español Jesús G. Maestro que si se le despojaba de lo popular a la literatura española, lo que está intrínsecamente relacionado al desarrollo alucinante del Siglo de Oro y que tiene al Quijote como su obra maestra, ésta perdía un componente esencial a su identidad, lo que explica con claridad la decadencia de la literatura borbónica española del XVIII con un menú de obras insufribles. Esto no ocurre con Titanic City, la novela de Goldman no sólo presenta componentes metaficcionales, el diálogo con la literatura y con la práctica literaria, sino que también incorpora el saber popular de la cultura argentina y, en extensión, latinoamericana. Valoro mucho el equilibrio estético que nos propone Goldman en esta logradísima historia porque el saber y sabor popular es intrínseco a la literatura argentina y es algo que se extraña mucho en la literatura contemporánea, que, como ya ha mencionado Jorge Carrión, no apuesta por la ficción, precisamente al hacer ficción sin integrar lo esencial que habita en ella y que se aloja en el corazón de la cartografía del sentir artístico. Yo añadiría que apostar por lo popular (y su humor) es también apostar por la ficción en la literatura de nuestra Latinoamérica:

“Uuuuuuhh… La Unidad. Gran cosa. El ultimo orejón del tarro somos”. “¿Pero qué decís? ¡Somos importantes! ¡Todos lo dicen!”. “Si yo fuera importante no estaría aquí, sería barrabrava, o ayudante del jefe”. “Para estar con el jefe no hay que ser importante, idiota. Hay que ser chupaculos”. La risa los entona. (78)

La novela está dividida en cuatro partes (Esportin City, Hombres y Tiburones, Titanic City y Quo Vadis) y cubre un total de 19 capítulos. En la primera parte, Esportin City, se nos presenta la historia, se delinean personajes como el jefe de esta nueva humanidad (Roldán) ex dirigente barra brava y que es una reactualización posmoderna y cínica de la figura del tirano o dictador dentro de nuestra larga tradición literaria latinoamericana, en la que personajes siniestros de nuestra historia sacrificaron todo por la seguridad y la sobrevivencia de ellos mismos por encima de la libertad y el amor comunitario. También destacan: Vega, el ingeniero (que tiene que arreglar todo lo que se descompone en el complejo de torres), el doctor (el antihéroe, intelectual, escritor y el que cuida la salud del complejo mientras prepara con paciencia un cambio de régimen más humano), la Jefa (la mujer de Roldán, convaleciente, en coma, luego de una fracasada sesión de hipnotismo, con un secreto y un tesoro como una bella durmiente y a la vez funcional, narrativamente hablando, para la resolución de la trama), Laura Visconti (la periodista sobreviviente), entre otros personajes. En la segunda parte, Hombres y Tiburones, se relata la vida del mundo de la periferia del complejo de torres, la vida de los cazadores de tiburones, cuya carne es la única que se consume en esta distópica realidad, y también se desarrolla con mayor profundidad la historia de Cristian, que ya había sido presentado en la primera parte, un joven sin talento aparente, pero imitador de voces y que va a ser crucial en la resolución de la trama. La tercera parte titulada precisamente Titanic City como la novela, hace referencia también al título de las crónicas periodísticas que escribe Laura Visconti sobre la vida en la sociedad gobernada por el tirano Roldán: Crónicas de Titanic City. En la crónica de Laura se hace burla y se expone con crudeza a Roldán y a sus secuaces. Finalmente, la última parte, Quo Vadis, lleva el título de la novela del polaco Henryk Sienkiewicz y también del famoso éxito de Hollywood. Se privilegia la novela de Sienkiewicz, cuya frase en latín significa, ¿Adónde vas? Ésta narra los tiempos crueles de la Roma del emperador Nerón, útil para crear parelelismos con la realidad de Esportin City, un reino gobernado por un emperador tirano, ex dirigente barra brava. La historia de Quo Vadis ya está instalada desde muy temprano en la novela de Goldman y en la mente del lector, sólo que en esta parte final tiene lugar la puesta en escena del suicidio de Petronio (el doctor) y Eunice (Laura), a quienes se busca castigar ejemplarmente por cuestionar la tiranía, para deleite del Nerón porteño (Roldán). ¿Amalia de Mármol les suena? Finalmente, como en las mejores películas de Hollywood esto no ocurre. Así, Roldán y alguno de sus secuaces son acribillados por la ráfaga de la ametralladora de la Jefa, que despierta a tiempo con ayuda de Cristian, el imitador de voces. Vale precisar que la Jefa es amante de la poesía, literalmente. De esta manera se podría afirmar que la poesía salvó el día en esta distopía. La novela cierra con un final cómico y con un trago de alivio porque los héroes son salvados in extremis de la muerte inminente, pero no de la dictadura porque, precisamente no hay afuera de la Matrix en Latinoamérica, a pesar de que los políticos nos cuenten otra historia a todes. Esta vez el gobierno recaerá en manos de la Jefa, otra tirana, amante de la poesía, pero tirana, sin duda alguna, la misma que se impone bajo el dominio eficaz de la tecnología de la represión post-apocalíptica, es decir, la ametralladora:

Soy prisionera y partícipe de una colosal manada de ovejas, cuyo pastor es, entre otras cosas, un desquiciado lunático. A nuestro corral y estercolero se lo conoce con el pomposo nombre de Esportin City, presunta ciudad a la que desde ahora denominaré “Titanic City”. ¿El porqué de este nuevo bautismo? Quién conoce la historia del transatlántico que inmortalizó ese nombre sabrá a qué me refiero. Toneladas de acero que la soberbia humana catalogó como El Inundible fueron a parar al fondo del mar en su viaje inaugural. El paralelo es alucinante. Sólo que aquí no hay témpanos, ni las gélidas aguas del mar del Norte. Hay una nube que nos devora lenta pero inexorablemente, y que fue parida con júbilo por la mezquindad y la desidia de nuestra mal llamada civilización. Se ignoraron las advertencias de la naturaleza, el cambio climático, las pandemias, los desastres que sin pausa convulsionaron al planeta. Se remató por unas monedas el destino de la humanidad. Eso no me molestaría demasiado, de no ser porque soy parte de la misma. O lo fui. (144-145)

En Titanic City, Eduardo Goldman nos propone una crítica cruda, bajo el lenguaje de una ficción especulativa y distópica, de la Argentina de las últimas décadas o incluso de mucho más atrás en el tiempo y también nos deja con una esperanza, la esperanza que está presente en la literatura desde tiempos inmemoriales y que la obra maestra de Cervantes, El Quijote, nos lo recuerda con su lectura, y cuyos ecos están presentes en la confección de Titanic City, y es que, para conservar nuestra humanidad, hay que perseverar y creer en el amor, uno de cuyos espejos es el amor a la literatura y a la polifonía orgánica de voces y saberes. No se trata de venganza, se trata de comunidad y amor. En la dignidad y no en la venganza radica la humanidad de los sobrevivientes: ésa es la lección más valiosa de Titanic City de Eduardo Goldman.

Eduardo Goldman (Buenos Aires, Argentina) es licenciado en psicología, escritor, guionista y compositor. Ha publicado cinco novelas: Titanic City (Aquitania Siglo XXI, México, 2021) Como perro que aúlla en la oscuridad (Huso Editorial, Madrid, 2019), El último chiste del Gran Jacobi (Huso Editorial, Madrid, 2018), Ni siquiera nos queda París (Extremo Negro, Buenos Aires, 2014), Adiós héroe americano (Extremo Negro, Buenos Aires, 2010). Ha colaborado con cuentos en las siguientes antologías: Juramento Negro (Grupo Tierra Trivium, España, 2021), Palabras para La Poderosa 2 (Al Fondo a la Derecha Ediciones, Buenos Aires, 2020), Los Bárbaros Noir (Los Bárbaros, New York, 2018).

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