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sergio marentes cronica
Photo Credits: Matthias Ripp ©

Tiempos de guerra

Escribir el mundo es, también, enumerarlo, o, por lo menos, enumerar todo aquello que lo contiene. Y esto no es otra cosa que una enunciación de lo que todavía me da vueltas a lo largo de los sentidos, lo que, con mayor o menor intensidad o voluntad, está cambiando el mundo. Ahora mismo, por ejemplo, sé que hay un hombre en un lugar recóndito de una selva de Tailandia que, sin más ayuda que su piano y el resultante entre los dos, la música, tranquiliza a elefantes maltratados por aquellos que no saben escuchar el dolor. También hay alguien, en el corazón de Tanzania, que resguarda a dos huérfanos buscados por la disidencia revolucionaria, arriesgando a su vez su vida y la de toda su familia, el futuro de su parcela y sus animales, porque no conoce el miedo ni la injusticia. En el Metro de Nueva York alguien, durante estos minutos, guarda silencio mientras escucha a su compañero de viaje contar su vida, su obra y sus milagros durante el último año en Europa. En el océano Antártico, mientras flota sobre varias toneladas de acero, la mudez se apodera de alguien para siempre luego de ver un bloque de hielo, tan grande como su ciudad natal, desprenderse de su continente y emprender un camino hacia la extinción. Alguien más, en Tokio, se cerciora de no ser visto antes de lanzarse de un treintavo piso. En la estepa rusa, sin saber pensar en el futuro ni en el pasado, alguien sale de alguien y empieza a vivir en un mundo desconocido pero familiar. Alguien, en Fiji, entra en alguien que ama más que a su propia vida y, acto seguido, comienza a vivir para siempre dentro de esa persona. Alguien, en algún edificio abandonado en medio de la Cordillera de Los Andes escribe esto que escribo sin saber que es él, que es yo, que es usted.

Y podría seguir así, por los siglos de los siglos, mencionándolo todo, pero no hay que desperdiciar el tiempo de los demás, además, junto a mí, en pleno centro de Bogotá, alguien que vive en la calle husmea sin pestañear estas líneas que escribo, a lo mejor porque no quiere que yo escriba el mundo mal, o como no debe de ser, o nada más porque quiere saber qué digo de él y del mundo. Eso sin mencionar, porque sería obvio y redundante, a quien lee esto, que puede estar en cualquier lugar del mundo, en cualquier plano espiritual o de la era digital o, por qué no, adentro de mí mismo, porque en tiempos de guerra cualquier cuerpo es trinchera.


Photo Credits: Matthias Ripp ©

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