Hay quien dice que las preguntas hacen más por la humanidad que los antibióticos. Yo digo casi lo mismo, nada más que en lugar de preguntas digo respuestas. Y digo respuestas porque el que pregunta, por la razón que sea, va, pero quien responde, si lo hace bien, o como debiera, o por lo menos no como no debiera, viene luego de haber ido. A dónde o hacia dónde, al parecer nadie lo sabe. O eso creo, porque con la ciencia, y sobre todo con la poesía, que reside en cada persona que habita el mundo, nunca se sabe. Y es mejor así de todas formas, necesitamos del misterio.
Como soy alguien afortunado y como el mundo va en todas las direcciones, y casi siempre hacia donde debe de ir, acabo de leer en un instructivo de una vieja máquina, que encontré en un sótano empolvado, que se usa, según reza el título del documento, para disolver incidentes laborales hasta casi desaparecerlos, y agrega, a modo de subtítulo, de parágrafo, de apéndice, que sin importar hacia dónde veamos siempre estaremos viendo hacia adentro. Palabras más, palabras menos, que hacia donde miremos siempre nos miraremos a nosotros mismos. Por supuesto que acabo de mirar si alguien me está viendo verme hacia adentro, o a mí mismo. Y por supuesto que a la próxima persona que vea viendo algo la veré viéndose hacia adentro, a sí misma supongo.
Pero continúo.
Resulta que el funcionamiento del aparato sin nombre no es más complejo que poner a dos personas frente a frente hasta que una de las dos decide escuchar a la otra o, en su defecto, dejar de hablar para que la otra pueda hacerlo. Leo además que en ocasiones, en los casos de éxito, podría decirse, pasaron apenas unos minutos para que eso sucediera, pero en la mayoría de los casos hubo que esperar a que una de las dos muriera, o de aburrimiento o de saciedad, algunas de vejez. A lo mejor fue por eso que nuca se terminó de implementar en los lugares de trabajo que conocemos, no sería para nada rentable que alguien se quedara hasta su muerte esperando para resolver un problema. O a lo mejor ya está en nuestros trabajos, justo frente a nuestros ojos, y no lo sabemos, y hemos llegado a viejos o a la muerte sin darnos cuenta de que estábamos solucionando un problema. Miraré bien y lo contaré.
Lamento no tener más compañeros de trabajo ahora mismo que este papel y este lápiz, porque no puedo probar el funcionamiento de la máquina. A menos que el otro lado lo ponga a usted, si no le molesta, por supuesto, y si cuenta con el tiempo suficiente para acompañarme hasta la muerte, mía o del problema.
Photo Credits: Alexandru Paraschiv ©