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The Flash: Del tránsito fluido, el ombligo y la escisión

Una mirada a la otredad desde la poesía

El tránsito fluido entre la crónica y el discurso didáctico, y lo ficcional y lo fantástico, aparece en el trabajo del autor peruano  Eduardo Chirinos, quien recientemente presentó su libro Thirty Five Zoology Lessons and Other Didactic Poems, en versión bilingüe, en la librería McNally de Nueva York.

Aparte de celebrar conocerlo en persona, del epígrafe de esta obra emerge una imagen flecha que queda resonando.

Punzante.

«Una de las tareas más importantes de la biología es la de delimitar los espacios del mundo visible de los animales que observamos dentro de nuestro mundo visible… no hemos de echar en olvido que no se trata de nuestro espacio, sino del suyo, situado sobre un plano diferente e invisible para nosotros».

Acudiendo al estudioso de la cibernética von Uexkull, Chirinos abre un texto que, poroso en su forma y poroso en su contenido, se refiere a la escisión de lo animal y lo humano como trampa y como ceguera.

Como secreto sagrado y olvido conveniente, opinan los warekenas.

Como maya, dirían los hindúes.

Es una trampa aquella división, y especialmente es falso que los animales mantengan una deuda con nosotros, mensurable sólo en términos de la supervivencia -desviada desde el lente humano- del más apto. A partir de la idea de escisión inicial es posible pensar la descomposición de una verdad ancestral, pero también en la posibilidad del tránsito y de lo híbrido como recuperación de lo verdadero. Los poemas del libro dan vida subjetiva a distintas especies animales y lo hacen transitando de lo enciclopédico, a lo mítico, a lo emotivo, desde la empatía. En primera persona.

Hay que ser valientes para aproximarse al mundo sin detenerse en divisiones y sin marcar fronteras ante el otro. Y es que, ¿el otro es quién?

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Los warekenas tienen muy claro su pasado híbrido. Tradicionalmente están divididos en clanes cuyo nombre proviene del de especies animales, es secreto, y refiere justamente al tiempo en el que éramos -o eran- uno. En el que convivían como iguales.

Pero además este grupo cree hoy en personajes que transitan entre el mundo subterráneo y el terrestre. Se llaman máuari, son idénticos a nosotros los humanos desmemoriados, en efecto son nuestros dobles, y sólo se nos distancian por su existencia subterránea –ellos viven en ciudades bajo los ríos– y por una carencia: no tienen ombligo.

No tener ombligo es clave, pues estos señores, los máuari, se ubican en una bisagra tan misteriosa en términos simbólicos como Adán y Eva, o como aquel tiempo en el que humanos y animales convivíamos familiarmente. Eso sí, ellos no son padres ni madres de nadie, son más bien una presencia espectral: raptan y retienen a sus víctimas durante años, y un día cualquiera las devuelven “arriba”, como si nada.

Los seres limítrofes warekenas iluminan, en el tránsito entre planos, la noción sobre un peligro constante.

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Se habla de lo híbrido y del cruce de fronteras como condición postmoderna.

Pero quién sabe, tal vez con cada cruce de fronteras

tránsito entre planos

Con cada componente robótico atravesando el cuerpo humano, o cada vez que alguien se pregunta por su género y toma acciones políticas

estéticas

para completarse en lo que entiende como su propia y natural luz,

se gesta una nuez hacia el retorno

hacia aquella capacidad perdida de transitar entre espacios biológicos, sociales y culturales, asumidos erradamente como separados.

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El reto es recuperar la conciencia sobre el parentesco y el poder simbólico de lo fluido. Me parece que los máuari, tan carentes de identidad, de pasado, y tan espectrales, son herederos de aquel error y aquella ceguera. En su aparente inocuidad, son frío símbolo de la ruptura y la separación infeliz. Los poemas de Chirinos en estas 35 Lecciones de Zoología permiten repensar la división, y cuestionarla.

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