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The Eyes of Chile
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The Eyes of Chile: Crónica de un evento solidario en el Jazz Gallery

Faltaban solo diez minutos para el inicio del concierto en el piso quinto de Broadway y la 27St., y yo aún esperando en la fila, maldiciéndome por no haber comprado los tickets on-line y recriminándome por dejar el gorro de lana y los guantes en la cama. No creo que los necesite, pensé como un inexperto turista. De pronto, salió un guardia del “Jazz Gallery” para decirnos que todo estaba completamente lleno y había cupo para diez personas más. Yo era la numero ocho de la fila y Alonso el número nueve. Nos miramos aliviados, mientras de reojo observé a los que dejaban la fila y se diseminaban molestos entre las oscuras y ruidosas calles de Manhattan. Vengo a ver a Melissa Aldana, es buenísima, la mejor”, me dijo Alonso muy entusiasmado, él un estudiante mexicano de percusión del City College que conocí durante la congelada espera, “es extraño, nunca compro con anticipación, porque nunca está lleno este lugar”, agregó mientras me muestra en su teléfono el detalle de los más de sesenta conciertos de jazz a los cuales ha asistido durante estos años en la ciudad y que registra como una especie de bitácora musical. 

Sin duda el concierto “The Eyes of Chile”, organizado para visibilizar las graves y sistemáticas violaciones de los derechos humanos que se viven en mi país desde la explosión social en octubre del 2019, ya era todo un éxito, y no solo por la concurrencia, también por la tentadora programación que cualquier amante del jazz no podía negarse en una noche previa a las fiestas navideñas: Claudia Acuña, Camila Meza, y Melissa Aldana, todas reconocidas exponentes del jazz en New York, se presentarían con sus respectivas bandas, además del reconocido saxofonista Miguel Zenón. El Concierto fue organizado por los músicos chilenos Camila Aldana y Rodrigo Recabarren, además con la intención de recolectar fondos que vayan en ayuda del tratamiento médico de los cientos de jóvenes mutilados bajo la brutal represión policial chilena.

A las seis y diez minutos subimos los diez afortunados por el ascensor y al llegar quedamos parados o mas bien arrinconados al final de la sala, junto al cajero que bebía una copa de vino. En todo caso el lugar es tan pequeño y acogedor que podía ver perfectamente el reportaje del New York Times que se mostraba en una pantalla gigante dando cuenta de los graves actos cometido por la policía contra los manifestantes. Esos disparos de balines de plomo y goma directamente al rostro de jóvenes manifestantes, y que han dejado con pérdida ocular de uno o sus dos ojos, ¡los ha dejado ciegos! a cientos de jóvenes. Así como lo hacían los francotiradores en el sitio de Sarajevo que disparaban a los jóvenes y niños en la columna vertebral para dejarlos inválidos y así dejarles un recuerdo imborrable de su enemigo. Un acto macabro que ahora imitaba la policía chilena (carabineros) en nuestra Sudamérica contra su propia gente. El reportaje mostraba además una serie de declaraciones realizadas por un presidente Sebastián Piñera, siempre perdido, pusilánime, desconectado, una imagen muy alejada de la que se espera de aquella que vendieron: un empresario líder, fuerte, decidido. Más bien lo mostró como lo que siempre ha sido: un simple especulador y lobo financiero. No deben olvidar que el dictador Pinochet, en la década de los ochenta, salvó a un joven Sebastián Piñera de caer en la cárcel por haber robado un banco. Claro, no lo hizo cubriendo su rostro con un pañuelo y una pistola colt en cada mano; hizo algo peor, usó sus estudios, su educación universitaria para cometer el delito junto a otros respetados ejecutivos. Un presidente que poco a poco se hunde en las encuestas (a pesar del completo apoyo de la prensa) que no sobrepasan el 10% de aprobación, el más bajo en la historia del país. El reportaje del New York Times que se mostraba era una espeluznante bitácora del horror que dejó en claro el contexto del concierto.

Sacan la pantalla, comienzan a subir los músicos, el aspecto oscuro del lugar hace aún más imponente el escenario y los músicos que comienzan a acomodarse los instrumentos. Entonces aparece Camila Meza. Es la primera vez que la veo en vivo, y me gusta mucho su presentación. Juega con su guitarra, a veces parece que baila con ella y se mueve como una chica traviesa que quiere provocar en todo momento con su voz clara y fuerte, haciendo solos elegantes que acompañan la primera canción “Luchín” del cantante popular chileno Víctor Jara, y no creo que la haya escogido al azar, ya que en 1973 el cantante fue torturado (los militares se divirtieron rompiéndole uno a uno todos sus dedos) y luego asesinado en un campo de concentración instalado en pleno Santiago de Chile. (A veces pienso porque la historia de mi país está tan manchada de sangre).

Para Camila es importante revisar nuestra historia, por eso partió con “Luchín”, pero también siguió con “Mira cómo sonríen” de Violeta Parra. Sin duda, dos temas muy relevantes en el contexto de las luchas sociales que se llevan en Chile. Al final del concierto, cuando por fin pude conversar con ella, después de las fotos junto a sus fans, comienza a hablar y me parece más la voz de una comprometida activista social que de una cantante, aunque tales roles se mezclan completamente durante nuestra conversación. Hablamos de lo que sucede en las calles de Chile, sobre los manoseados datos macroeconómicos, sobre la gente que vive el día a día, y todo es muy claro para ella. Pero su opinión no es muy diferente a la de muchos compatriotas que viven en New York: Chile no cambia nada, es el mismo de país siempre, me dicen. Y con esto, no se refieren a los modernos edificios, centros comerciales (malls), gran cantidad de automóviles de lujo, marcas europeas o japonesas que se venden cada año, cosas que al final del día son como esas baratijas, espejitos de colores, con que los conquistadores españoles embelesaban a los indígenas americanos.

Y lo siguen haciendo.

¿De donde sacan esa información? me pregunta Camila cuando volvemos al tema económico y los excelentes mostrados por Chile. En su sensibilidad artística, no se pudo quedar al margen del sufrimiento de los jóvenes mutilados que veía en los noticiarios, para los cuales quise aportar con energía creativa, me comenta. Es agradable conversar con ella porque tiene encanto, tiene ideas y fácilmente pudimos pasar horas y horas en esa entretenida conversación.

Luego de su presentación de unos treinta minutos, subieron al escenario Melissa Aldana y Miguel Zenón. La figura delgada y alta de Melissa, parece que crece a medida que juega con notas altas y bajas de su saxofón, entonces miro a Alonso que atento la observa y quiero hacerle una pregunta, pero su mirada fascinada en el espectáculo no me lo permite. No soy un experto en saxofón, pero me gustó mucho ver como los dedos de Melissa se movían inquietos, impulsivos sobre las teclas de su instrumento, como si fuera una loca carrera de autopista nocturno y que se potencia aún mas con la compañía casual de Miguel Zenón.

Y el cierre lo hizo la extraordinaria cantante Claudia Acuña, quien es leyenda en el jazz neoyorquino, una cantante que a principios de este siglo se convirtió en la primera mujer Latinoamericana en grabar por el sello “Verve” y además fue recientemente nominada por su último álbum “Turning Page” del Grammy Latino 2019. Ella se paró sobre el escenario con esa calma señorial de los grandes artistas que manejan todo a su antojo. Una hermosa dama latina de voz emotiva y conciliadora. Este concierto es una energía que acerca las distancias, me dice, y es algo que ella sabe muy bien, no solo por sus más de veinte años viviendo en Nueva York, sino porque además en el año 2010 organizó un concierto similar para ayudar en la reconstrucción post terremoto de febrero de 2010 ocurrido en Chile. Claudia cantó con suavidad y estilo elegante “Regalé mis ojos” del cantautor chileno Nano Stern. Él me la envió por correo para que la cantara en este concierto, me dice. La letra de la canción incluye algo de la historia del joven Gustavo Gatica que perdió sus dos ojos producto de un disparo directo a la cara realizado por un policía. Claudia Acuña, terminó el evento con altura y delicadeza, en medio de los aplausos, e invitó al escenario a Camila y Melissa a tocar “El derecho de vivir en paz”, de Víctor Jara que dejó al público del Jazz Gallery simplemente aplaudiendo de pie, casi doscientas almas que repletaron a esa hora el pequeño local del Midtown neoyorkino y no dejaban de aplaudir a esas tres bellísimas damas latinas.

Y cuando ya se habían marchado casi todos, cuando el relajo, las risas sueltas se acomodaba en el Jazz Gallery, cuando algunos vasos de vino circulaban libremente, tuve la oportunidad de conversar con el baterista Rodrigo Recabarren, otro de los organizadores del concierto “The eyes of Chile” y que tocó junto a Camila Meza. También tiene una energía amistosa, contagiosa, festiva y comprometida a la vez cuando habla sobre lo que sucede en Chile. Cuando le pregunto por qué era necesario hacer este concierto, me dice: Chile tiene problemas sociales graves que vienen de la época de la colonia, problemas de castas sociales, tu sabes de lo que hablo, me dice, también te fuiste de Chile, ¿no?


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