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The Dig
The dig netflix

“The Dig” (“La Excavación”), y El barco en la niebla

En un lugar de Inglaterra el pasado quiere mostrarse. Esto lo sospecha Edith Pretty, una terrateniente dueña de una propiedad en Sutton Hoo, en Suffolk, un condado en la región del este de Inglaterra, con capital en Ipswich. Pretty sospecha que algo importante está enterrado en sus tierras. Por eso contrata al arqueólogo y excavador autodidacta Basil Brown. Su tarea es remover un gran túmulo funerario. Quizá encuentre algo allí. Esos túmulos podrían contener restos vikingos. Pero Brown tiene una intuición: ese túmulo quizás sea anglosajón, no un enterramiento de los antiguos escandinavos. 

Este es el comienzo de The digLa excavación, una producción de Netflix con Caren Mulligan como Edith Pretty, y Ralph Flennes como Basil Brown, que adapta una novela de John Preston de 2007. Pero todo aquello no es pura ficción sino la recreación cinematográfica de un gran hecho arqueológico… 

La sospecha

En la estricta realidad, Pretty y su esposo compraron la propiedad en Sutton Hoo, próxima a la ciudad de Sutton, en el sureste de Inglaterra. Luego de quedar viuda en 1934, Pretty propuso al Museo de Ipswich excavar en sus terrenos. Sospechaba que algo importante esperaba ser descubierto. Basil Brown trabajaba para el museo. Por eso fue enviado a iniciar la excavación.

Basil dejó la escuela a los 12 años. Autodidacta orgulloso, estudió por cuenta propia mientras trabajó como agricultor, jardinero, e incluso repartidor de leche. Pero la arqueología y la astronomía eran su pasión. Por eso, en su tiempo libre, exploró el norte de Suffolk, y además de restos de edificios medievales, dio con asentamientos romanos. Un horno romano hallado por él, en 1934, en Wattisfied, fue incorporado al año siguiente a la colección del Museo de Ipswich. Por este aporte formalizó una relación contractual con el museo por tres semanas en la zona de Stanton Chare donde descubrió una villa romana. Su investigación se prolongó por tres años, pero su remuneración apenas pasaba de una libra semanal. Esto lo persuadió de dedicarse a otro trabajo.

Fue entonces cuando Edith Pretty manifestó su interés por inspeccionar dieciocho montículos de su finca en Sutton Hoo al conservador del Museo Ipswich, Guy Maynard. Y fue Maynard quien le propuso los servicios de Brown, quien aceptó excavar en la propiedad de Edith entre junio a agosto de 1938 por solo 30 chelines a la semana.

Brown se entregó a la tarea apoyado por libros sobre la Edad de Bronce hasta el periodo anglosajón. Utilizó técnicas practicadas antes en montículos de la Edad de Hierro. En uno de los montículos, con la ayuda de los trabajadores de Pretty encontró un remache de barco, entre fragmentos de cerámica. Dio luego con más remaches y quiso compararlos con los del barco funerario de Snape, excavado en 1863. Brown fue entonces hasta el Museo de Aldeburgh, donde se conserva lo encontrado en la excavación de Snape. Los remaches de Sutton Hoo eran muy parecidos a los de Snape.

Cerca está la cámara, el tesoro

De vuelta a Sutton Hoo, Brown descubrió la forma de un barco con un solo extremo puntiagudo y, entre muchos otros objetos, un hacha. Brown, después, decidió volver a otra excavación. Pero Maynar, interesado por el hacha, le pidió que continuara excavando en la propiedad de Pretty. En el montículo más grande aún no había excavado lo suficiente. Una loma de casi tres metros, con 30 m de largo por 23 de ancho.  

En mayo de 1939 encontró nuevamente remaches de hierro, pero más grandes que los que halló antes. El indicio de la posible existencia de un barco de vela más grande que el anterior. Brown descubrió entonces la impresión de un barco de 27 metros de largo. Su madera se había descompuesto en la arena, dejando una suerte de huella fosilizada. Por eso se lo apodó el “barco fantasma”. Brown comprendió que ladrones de tumbas que habían saqueado los otros montículos colindantes, en este caso detuvieron su búsqueda antes de llegar al techo de una cámara funeraria que aún debía encontrase abajo. Maynard entonces, intuyendo un posible gran descubrimiento, le sugirió a Pretty que le informara de la situación al Departamento de Antigüedades Británicas del Museo Británico. Pretty temía que, si hacía esto, se detuvieran las excavaciones hasta que se satisficiera el pedido de intervención. Pero Charles Phillips, prestigioso arqueólogo del Selwyn College de la Universidad de Cambridge y secretario de la Sociedad Prehistórica, se enteró de la situación. Visitó la zona investigada y, rápidamente, fue puesto por el Museo Británico a cargo de la excavación. Brown no fue desplazado, continuó colaborando.

Se sumaron otros arqueólogos, Peggy Piggot y Stuart Piggott. Y lejos de lo propuesto por la ficción, las relaciones entre Phillips y Brown fueron respetuosas, pero fue excluido de la excavación del recinto funerario que él mismo había hallado. Y el 21 de julio Peggy Piggot encontró indicios de la cámara próxima. Entonces, el hallazgo alcanzó proporciones épicas: 263 objetos de bronce, plata, oro, hierro, madera, armas, monedas, un cetro, un escudo, cerámica, plumas, cuernos (símbolo de autoridad de las clases nobles), hebillas de oro; una espada con empuñadura de oro e incrustaciones de granates; un cofre de oro decorado, con monedas, y cristales rojos, azules, blancos, y tapa de marfil; y un casco de hierro y bronce, de posible influencia escandinava en su diseño que, al ser reconstruido y a través de sus réplicas, luce con un aspecto fascinante. 

La hipótesis de su origen vikingo fue finalmente descartada, pues se acordó que la embarcación pertenecía a la época anglosajona. El entierro de barcos era habitual en los pueblos anglos y sajones. Como en el Antiguo Egipto, el personaje enterrado en un barco era acompañado por un ajuar para su ingreso al otro mundo. Lo hallado en la cámara sepulcral de Sutton Hoo era el tesoro funerario de un rey de Anglia oriental, del este de Inglaterra, en el siglo VII. En la antigüedad tardía o la Alta edad media, el poder anglosajón se dividía en siete reinos: Essex, Estanglia, Kent, Mercia, Northumbria, Sussex y Wessex. Luego se unirían para dar nacimiento al reino de Inglaterra con Alfredo el Grande, en el siglo IX (lo que muestra la serie The Last Kingdom). Eran tiempos también en los que el cristianismo avanzaba en su enfrentamiento con un paganismo todavía presente.

En la década del 80’, otro grupo de expertos analizó las monedas encontradas en el cofre de la cámara funeraria, y determinó que los restos del barco funerario se sitúa entre el 640 al 670, por lo que proponía a Redvaldo de Estanglia, rey de los Anglos del Este, como el posible rey del entierro, pero esto es solo una especulación, pudo haberse tratado de algún otro rey del periodo. No hay documentación que esclarezca la identidad del personaje enterrado de Sutton Hoo en particular. Redvaldo fue el primero gobernante en recibir el bautismo y la educación cristiana.  

Se trataba de un momento brillante de la arqueología de la edad media.

Y el descubrimiento ocurrió poco antes del comienzo de la segunda guerra mundial. Por eso el tesoro se impregnó de un simbolismo nacionalista: el rescate del pasado anglosajón vigorizaba la identidad nacional cuando Inglaterra debió enfrentar los ataques y planes de invasión de la Alemania nazi.

El destino de Basil y Edith

Edith Pretty donó los descubrimientos al Museo Británico de Londres. Las V1, las bombas alemanas, obligaron a almacenarlos en túneles ferroviarios para protegerlos. Como reconocimiento a su iniciativa que llevó al gran descubrimiento, el primer ministro Wiston Curchill le ofreció una Orden del Imperio Británico. Pero Edith se negó. Y murió en 1942 tras un derrame cerebral.

Luego de Shotton Hoo, Basil Bown continuó sus excavaciones mientras colaboró con la defensa civil durante la guerra. Y falleció de neumonía en su casa, en 1977. Fue muy estimado por quienes le conocieron, y se le concedió una pensión de 250 libras en 1966.

Recién en estos tiempos, y curiosamente por una producción de Netflix, se destaca su participación en lo que un conservador del Museo Británico caracterizó como “uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de todos los tiempos”. El hecho de que Basil fuera un humilde arqueólogo autodidacta, fuera de las pompas institucionales, seguramente contribuyó a olvidar o desmerecer sus búsquedas e intuiciones.

El barco en la niebla

Tal vez era una mañana lluviosa, de sol, o con una íntima niebla. El barco con el cuerpo del rey Redvaldo, o de algún otro, avanzó por el río. Al detenerse la navegación, con cuerdas y palos los hombres del reino sacaron, lentamente, la embarcación, y la llevaron hasta el lugar elegido. Entonces, los sacerdotes empezaron su tarea: comprobar que cada uno de los objetos del ajuar funerario estuviera en su sitio. Luego de una señal, muchos brazos empezaron a arrojar tierra previamente removida. El tumulto finalmente cobró forma.

El barco ya no navegaría y, con el rumor de los siglos, su figura se disolvería entre la tierra, la arena, y el olvido. Pero dentro de la cámara, los objetos para acompañar al rey en su paso al más allá, resistieron la devastación del tiempo y, entre ellos, un casco, una máscara, el mensaje de un pasado extraño y perdido hacia el futuro, en el que los humanos poco quieren ya imaginar lo que sigue a la muerte, si sigue algo.

Y todo aquello en Shotton Hoo, fue quizá en una mañana de lluvia, sol, o entre la niebla de lo muy lejano.

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