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Photo by: bareknuckleyellow ©
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Terrorismo Guaraguao

Que toda la basura de mi vida se quede donde está, en el pasado.
En tu libro no hables de mí.

Doris Poreda, El paraíso prestado.

 

Qué triste se oye la lluvia a punto de estropear el oído de toda la cuadra, en los techos de cartón, sale del auto extravagante parado en la peluquería donde se consigue de todo en los altos de Manhattan; pero no se trata de un activista de los Círculos Bolivarianos de New York. Animada por el desparpajo de la tercera edad deja la compra en el suelo e imita a las señoras que se están tapando los oídos mientras rodean el auto. La chica copiloto va de Rosalía regatoneando flamenco, el ejemplar de bronceado glamoroso y ligeramente dientón dueño de Rosalía a juzgar por las miradas regguetoneras con altura de ella, se aferra al volante cuando logran asomarse y descubren una pantalla en la cabina donde se retransmitía la alocución de la empoderada principal de Venezuela en la asamblea de Las Naciones de Midtown, justo al momento de defender los derechos de la naturaleza. Se lee en subtitulado lo que dice, porque de oírla, imposible, Qué triste se oye la lluvia cubre el discurso, la gobernante pone su mejor cara de osito panda cuando dice honrar a sus propias víctimas (sus crímenes no son un secreto) sacrificadas para dignificar la mala vida producto de lo que califica una relación narcótica entre Colombia y el imperio. Toma nota mental. Venezuela por boca de ella es como la más #Me Too abusada del momento, seguida por Siria y un caserío africano que también gesticula en la pantalla.

Más volumen, en la parte de la canción que dice aquello del patrón que está mordiendo al obrero mientras los chicos de carro se desgañitan con micrófono de karaoke asumiendo el papel de los más callados de la tierra: los muertos (matas muertas, glaciares muertos, tepuyes muertos, niños y animales muertos, civiles muertos, aguas muertas, gente ligeramente dientona, glamorosa o no, con caderas rosalienses de revolveras modeladas latinx, o no, pero bien muerta) y cuando los rodean unas doñas con andares de la serie Walking Dead, haciendo señas como de que bajen el vidrio, qué abusadoras, no y que aquí en el imperio se respeta la vida privada, él suelta un berrido por encima de Los Guaraguao: Viva Venezuelaaaaaaaa y Olé ( esto lo suelta Rosalinx) y arrancan.

Las señoras se quitan las manos de las orejas por el silencio familiar que vuelve a ocupar la calle llena de mayores en esa hora, el de los discretos mexicanos nuevos, el de los rusos que se acompaña siempre como de un frufrú de palacio de opereta, el de los caribeños que no aguantan las ganas de averiguar qué dan ahí, porsiacaso alguien recibe más, el de los demás, absortos en el túnel de sus celulares.

Ya de vuelta en casa con los agasajos para retribuir a una visita que con tanto cariño se presentó desde Puerto Ordaz con un licor de fruta macerada por más de un año, comenta su disgusto por Casas de cartón en el vecindario. Con ciruelas pasas lograron el sabor nauseabundo que en realidad la hacía vomitar pero se simula emoción, rebajado con limón y mucho hielo para hacer el primer brindis (o sería el segundo) exhibe la compra de cachapas con queso y mantequilla casera, carne en vara y chicharrones que hace tiempo no los comía la visita que más bien recuerda con regocijo su infancia de los noventa viviendo en el interior cuando empezó la moda de los sepelios de muchachos malogrados al son de Alí Primera. También ella recordó que en el interior la mayoría quería mejorar con el próximo levantamiento en armas. La visita vivió algo que ella no supo por estar viviendo aquí: el develamiento de un busto de Bob Dylan en la plaza de los artistas de Puerto La Cruz, el gobernador que tuvo la iniciativa era un poeta que lo que ganó fue el aumento de su fama de maricón. La inclusión de las minorías era una cosa, la mariconez otra, explicó la visita. Qué Dylan ni qué Dylan, el gobernador fue embaucado por un poeta activista norteamericano que viajó desde New York invitado a develar el busto.

Ahora que la política cultural tiene poco presupuesto diseñan una muñeca de trapo con el rostro de una compañera (de partido) escritora fallecida, como homenaje al rol de la mujer artista. El perfil de la empoderada de la nueva sociedad tiene la recomendable expresión de ojos panda. Se ofrece la escritora de trapo como parte del galardón al arte más auténtico del año y en la entrega se toca una composición de la compañera Alma Mahler (rescatar el genio femenino de las garras masculinas) y algo de los Guaraguao en arreglo sinfónico (rescatar la música de las garras clasistas), mientras se recita a la gran admirada de la escritora de trapo, Alejandra Pizarnik (rescatada de las escuelas literarias).

Oye los cuentos de la visita y pone cara de asombro. Casas de cartón sonaba en la radio cuando protestó por primera vez. A los primeros golpes de la policía (nunca dirigidos a las muchachas) muchas abuelas salieron al paso a punta de cholazos y regaños. Los liceístas corrían, detrás la policía y detrás de la policía las doñas que golpeaban con lo primero, llamándolos por su nombre de pila seguido de palabras malsonantes. Lo que las señoras no supieron, distraídas en sus propios recuerdos de perseguidas de otros tiempos (en otros tiempos mataban incluso a las muchachas) es que después la venganza de los uniformados fue tan terrible y secreta que muchos terminaron de crecer obsesionados por resistir y llevar una doble vida con aquellas letras de Bob Dylan o de Gloria Martín, Mercedes Sosa y Soledad Bravo, los cubanos y los Parra, revueltos en el mismo saco de lo que oían en familia. Los mejores artistas del mundo que traían a los shows de la televisora nacional. Mataban antes y durante y después y ahora, hasta que alguien lo cantaba para que se resistiera mejor. Las abuelas con Olga Guillot, las madres con Rocío Dúrcal, y los niños en clase de violín y cuatro obligatorio, tenían que ser sólidos. Lo sólido resiste mejor aunque All that is solid melts into air que bien pudiera ser letra de una gran canción pero fue el comienzo de una frase de Karl Marx, de cuando fue estudiante de Letras. Cuentos sabidos hasta el cansancio. La visita también se aburría.

El carro del mandado sigue lanzando a los Guaraguao por encima de las sirenas, es un homenaje a la tropa cubana más leal. Se ocupa del aguante. En Midtown le espera la ciudad resistente del día. Sube y baja las cuestas de Manhattan conduciendo con la firmeza de la dictadura del proletariado que no se pierde en su maraña, recto hasta la frontera con El Bronx, y con algunos desvíos hacia la sede Las Naciones; Cuando nadie ve reparte su carga de ansiolíticos, de café y otras cosas, y le renuevan el disco a los valientes de las asambleas que siempre lucen un estado espiritual muy balanceado, mente de guerra fría, dientes relajados, pieles frescas y sedadas, sin rarezas.

El visitante que no es mandado, llegó bien y sigue vivo. Aprovecha la euforia humanitaria que otorga pasaportes y se cuela entre políticos y activistas con sus respectivos mandados para cruzar la frontera y trabajar en negro empacando miel, dátiles y manzanas kosher de temporada en Ohio; en algunas casas judías va a lavar platos y manipular los interruptores eléctricos guardándose bien de no mencionar a los propios abuelos judíos ateos emparejados con aceitunados ligeramente dientones glamorosos, todos muertos. Otros hacen rodapiés, pulen pisos, y ya que están empacan también calabazas con caras de susto, brujitas de plástico y murciélagos, pavos gigantes, arándonos rojos y cereales, para otras conmemoraciones; de arriba para abajo, tanto como los representantes del futuro de las naciones, pero clandestinos, por los Estados Unidos. Gracias a tanto negociar el negocio de las visitas también prospera.

Pronto podrán tapar las goteras allá en Guayana donde triste se siente la lluvia en sus casas explotadoras. Ser parte del país que recibe remesas para subsidiar, y no siempre por candidez, el nivel floreciente de las casas explotadoras de la élite donde se criarán mejor los niñitos sólidos que vendrán a salvarlos a todos es el negocio redondo que nadie discute, llueve sobre mojado. Cómo quitarles la última ilusión a estos nuevos abuelos, con el disco rayado. Gracias al aguardiente de fruta, quien lo hubiera creído, supera este último ataque de rabia y puede hasta corear a los Guaraguao sin malicia: Hoy es lo mismo que ayé-ee -e-er. O con mala intención: El viaje a negociar el futuro del planeta puede haber salido bien para los delegados regionales y colocar unos cuantos millones de las lombrices de la canción. La mujer preñada de los Guaraguao. Todo el mundo a calmarse. Los del mandado como que se dejaron engatusar con la pureza. Otra defensora de otro pueblo termina confundiendo el cooperativismo regional con otra cosa en otro foro. El representante de Colombia se inmuta o tal vez es el norteamericano quien se inmuta. O nadie se inmuta porque la asamblea en pleno se pone rara repitiendo lo mismo que no es igual, todos empiezan a sacar al invasor por turnos con palabras tan parecidas, la niñita activista más atrevida del día termina pegando lecos para que sean serios y salven más bien al universo, el presidente norteamericano habla de más cuando no debe, de menos cuando tampoco debe, la nueva estrategia terrorista consiste en ennotar el aire de la asamblea del imperio.

La letra que me saco a los golpes forma parte de los trapos sucios juveniles. En el último brindis se nos pega también el disco contra el usurpador. Una sobredosis, una indigestión, un viraje fatal, pero esto tendrá que pensarse en tiempos venideros, cuando la visita pueda descansar o tenga permiso de trabajo. Algún día. O trabajo mejor remunerado sin tener que salir del país. Brindemos. Terrorismo Guaraguao.


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