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Tercera Carta

Que la verdad sea ajena al hombre parece ser la condición esencial para que este desee buscarla. Es la verdad como un fruto misterioso que pende de un oscuro árbol que promete alegrías pero a todo a aquel que ha pretendido con sus brazos estirados tomar su fruto le ha entregado como recompensa dolor. Tal vez todo aquel que ha buscado la verdad desde un principio supo que el dolor sería su premio y la marca que como Caín le acompañaría por siempre. Se le escapa entre riscos y cuando cree tenerla a tiro, ella burlona ríe y se pierde entre el bosque y quejido acompañado de la flauta es lo único que alivia al solitario amante de a verdad.

Es ajena la verdad al hombre, parece ser aceptado esto por todos, pero parece ser que creen, los mismos que confiesan su ignorancia, poder tomarla y mostrar a los demás su trofeo, pero ella ha reunido a todos y se guarda casta y pura hasta el final de los tiempos.

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