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anahi viladrich
Photo by: Alexandru Paraschiv ©

Ten cuidado con lo que sueñes…

Hace apenas unos años, una de mis colegas, Magda, me llamó por teléfono para anunciarme lo que venía esperando desde hacía ya varios meses “¡Me han dado la plaza!” Exclamó casi inmediatamente a lo que yo repliqué “¡Sabíamos que lo conseguirías!,” para enseguida enredarnos en una frenética conversación acerca de los preparativos para celebrar su tan merecido logro. Siendo la única hija de un trabajador agrícola proveniente de América Central, la trayectoria de Magda representa la viva expresión del sueño americano. Sus largas noches en vela trabajando en artículos y propuestas de financiamiento habían finalmente dado sus frutos. Sus logros eran aun más destacados dado que su campo, las humanidades, es uno de los más precarios en el mundo académico, y el que presenta una de las tasas más bajas de empleo permanente.

Pocos meses después de aquella conversación telefónica, me encontré casualmente con Magda en un congreso de estudios latinoamericanos y casi retóricamente le pregunté como seguía su vida luego de aquel simbólico rito de pasaje. Su bello rostro rápidamente se tornó en sombrío y preocupado e imitando a su jefa me contestó: “Bueno, ahora te toca a ti arremangarte las mangas y ponerte a trabajar para nosotros.”

Y Magda así lo hizo. En los años siguientes, dedicó incontables horas de trabajo administrativo a tareas que, finalmente, terminaron perjudicando considerablemente su productividad académica. Al final de su primera década como profesora asociada en literatura latinoamericana, su prometedor libro sobre mujeres escritoras del siglo diecinueve, aun seguía en las trincheras.

Magda no representa solamente a una talentosa intelectual sino a  miles en la academia americana. Según el Centro Nacional de Estadísticas de Educación, las mujeres hispanas constituyen aproximadamente el 1% del número total de profesores en los EE. UU., mientras que casi el 90% de los académicos a tiempo completo se encuentra representado por profesores varones, identificados como “blancos”. Afortunadamente, algunas instituciones, entre las que se incluye the City University of New York, se han comprometido a hacer de los términos “diversidad” e “inclusión” mucho más que palabras políticamente correctas. En esa línea, dichas universidades han empezado a promover programas de becas y mentorías destinados a facilitar la promoción de los profesores asociados a la categoría de titulares.

La historia de Magda, todavía inconclusa, augura un final feliz. En la última conversación que mantuvimos hace tan sólo unos meses, Magda parecía haber recuperado su pasión por la escritura. Ilusionada por la posibilidad de solicitar uno de dichos incentivos, me aseguró sentirse lista para retomar su prometedor, aunque polvoriento, proyecto de libro.


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