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daniel campos
Photo by: nosha ©

Tempos de una caminata invernal

Vislumbraba yo la primavera cuando regresó el invierno a recordarme que aún estamos en marzo, al norte del Trópico de Cáncer.

Suelo apreciar los sutiles cambios en la naturaleza, a lo largo del año, al tempo de las “Cuatro Estaciones” de Antonio Vivaldi. Ha sido, entonces, como si Natura Naturans me hubiera mostrado, con su fuerza elemental, que aún estamos en el último movimiento del concierto “L’Inverno” y no en el primer movimiento de “La Primavera”.

El día amaneció oscuro, el cielo oculto tras densos estratocúmulos que amenazaban tormenta. Salí de casa caminando despacio, tempo largo, un poco entumido aún y midiendo las intenciones del clima.

Cuando entré a Prospect Park, sin embargo, vi a dos cardenales color escarlata, de penachos grandes como llamas, volando entre coníferos siempreverdes: dos fogonazos de vivacidad en la pesadumbre del día. Las aguas del lago tenían un tono verde musgo muy opaco.

Pero yo comenzaba a sentir la alegría de caminar, andante, hacia el campus de Brooklyn College para dar clases. Este semestre ha sido un placer retornar al aula con mis estudiantes, plantear cuestiones sobre asuntos vitales, pensar juntos, compartir ideas. Apuré el paso, allegro non molto.

Llegué al campus brioso, vivace. En clase ponderamos la tesis de Descartes de que la libertad humana no consiste en la posibilidad de hacer lo que nos da la gana, porque sí, porque queremos, por voluntad ciega, sino en la posibilidad de escoger el bien y la verdad con entendimiento, cuando comprendemos a través de razones claras cuál es el bien, cuál es la verdad. Empezó a nevar mientras analizábamos el argumento cartesiano. Vimos como caían los copos y se acumulaban sobre las áreas verdes de la explanada central y sobre las ramas de los olmos.

Cuando emprendí el regreso a casa ya caían nieve, granizo y aguanieve, ¡al mismo tiempo! Conforme yo avanzaba, la tormenta se intensificaba, como retándome a desistir de la caminata. Pero en vez de rendirme, le di la bienvenida al desafío.

Si es invierno aún, voy a vivirlo con plenitud, a sentirlo con intensidad. Atravesé el parque, bordeando el lago y remontando la colina, en tempo allegro. Escuchaba en mi mente el diálogo apasionado de las cuerdas que imitan el sonido de los vientos gélidos en “L’Inverno”, sintiendo el embate de reales vientos contra mi cuerpo y apreciando el roce de los copos de nieve y las esferas de granizo en mi rostro.


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