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eunice
Photo Credits: andrew prickett ©

“¿Te merece?”

– ¿Te merece?, me preguntaron sin anestesia, sin darme oportunidad para pensar o analizar la respuesta.

– Sí, cada día suma demostraciones de que es la persona con la que quiero estar, respondí metiendo las manos en el fuego por él sin protección, sin seguro, sin garantías.

Me detuve en frente del espejo del baño, luego de tomar una ducha caliente de una hora. Sequé mi cuerpo sin éxito, pues mis lágrimas lo volvían a humedecer, no podía dejar de llorar. Faltaba un día para mi cumpleaños número 28 y estaba ahí, entumecida del susto.

Es difícil de entender, o quizás sea difícil de explicar, pero todo era demasiado perfecto como para ser real, comencé a cuestionar cada detalle, me convertí en la inspectora de este amor que estaba sintiendo, quería conseguir la falla para denunciarlo por fraude. Pero todo estaba en orden. Lo que estábamos sintiendo está limpio.

Luego de migrar a Santiago con mis hijos en busca de esa independencia emocional decidí construir una muralla inmensa que me protegiera de toda tempestad capaz de vulnerar mi corazón. Callé mi dolor, creí que, huyendo de mi realidad, iba a sanar y la verdad es que no, la vida no funciona así, el dolor no se va con el tiempo, si no tienes las herramientas para curarlo puede quedarse a vivir contigo para siempre.

Cuando comencé a escribir esto estaba muy asustada, tuve que parar para poder respirar, el llanto me ahogaba, sentí por un momento que el miedo me iba a vencer. Ya veníamos hablando de nuestros temores, no era un tema ajeno para nosotros, pero resultaba ser incómodo para ambos. A nadie le gusta asumir que le espanta ser feliz.

Yo creí que estaba lista, una siempre cree que está lista para enfrentarse de nuevo a la posibilidad de que nos rompan, de quedar completamente vulnerable ante ese amor que llega a desestabilizar nuestro equilibrio, para asumir el riesgo de que un día podemos aceptar, después de que lleguemos a amar hasta los tuétanos, que decidan irse así sin más. Yo creí que estaba lista hasta que comencé a sentir más de la cuenta.

Él es exactamente como yo creía que sería la persona con la que merecía estar. Más allá de sus atributos físicos -alto, de barba, con lentes, delgado, con tatuajes- tiene una personalidad que complementa. Él es fuego, yo soy aire. Su paso es pausado cuando yo voy corriendo. Hace que mi corazón baile de alegría y esperanza cuando estoy hecha un témpano de miedos.

Pero creo que, aún en esta época -sí, estoy convencida de mi valor como mujer, de que la felicidad depende de mí, de que soy la persona más importante de mi mundo y todas esas cosas que ahora una debe tener cuidado de dejar siempre muy claras porque de lo contrario eres una sumisa soñadora- hay que atreverse a sentir ese amor que nos hace pensar en esa persona cada noche antes de cerrar los ojos y cada mañana antes de levantarse a luchar contra las fuerzas del mal.

– No sé tú, pero yo hasta he pensado en retirarme del juego… sin necesidad de que pasara algo, solo por miedo, confesé esa noche calurosa de enero.

– Me pasa lo mismo, pero es que uno se la pasa tan de pinga contigo, se conversa rico… el miedo no es lo que predomina. A mí me asustan los fantasmas, pero no el estar contigo, respondió.

Eran más de las 2:00 de la madrugada, él trabajaba en la edición de un video mientras yo escribía, estábamos asustados por estar tan unidos, pero no queríamos dejar de estar.

– Mi amor, ¿no tienes sueño?, tienes que dormir, me preocupa que tengas que trabajar en un rato, preguntó con esa preocupación de novio tierno.

– Me lo quitaste con tus miedos, aseguré resguardando la verdad para que no se diera cuenta que era la ilusión de estar a su lado lo que me mantenía siempre despierta.

Soy una mujer independiente, empoderada, sostén de casa, madre de dos hijos, migrante, eco de las mujeres que enfrentan situaciones de violencia, cambio bombillas, saco las polillas, armo mesas… no podía dejar de ver a esa niña enamorada que estaba ante este extraño que, de a poco, se convertía en mi compañero preferido. ¡Siempre inquebrantable!

No pude. No logré ocultar que ante sus ojos me volvía vulnerable, decidí ser sincera, le dejé saber que estaba dispuesta a asumir todo lo que representaba vivir la locura del amor junto a él, pero también lo que significaba vivirla junto a mí.

– Tengo miedo de despertar un día y descubrir que no eras real, confesé.

– Soy tan real que tengo miedos. Tan real que quiero hacer las cosas muy bien contigo, que cada día me propongo ser mejor porque tú eres grandiosa, afirmó.

Pero no temía nada más por mi corazón, soy un pack que vale por tres… eran los corazones de ellos los que me preocupaban. Mi hija, mi tesoro, mi luz más bendita, se estaba comenzando a acostumbrar a él y eso sí me daba susto, ¡qué digo susto, pánico era lo que sentía!

Por eso lo asumí, me armé de valor y me vestí de valiente. Dejé mi armazón y mi escudo, no llevé espada, ni nada para defenderme, era solo yo parada en frente del hombre que se había robado mi corazón para instalarse en él y construir las bases sólidas de un amor bonito.

– ¿Estás seguro de lo que representa estar conmigo? O sea, ¿sabes que sí, vamos a poder tener viaje solo para nosotros dos, pero que la mayoría serán de cuatro?, cuestioné mientras mi cuerpo era invadido por temblores que demostraban que me asustaba despertar un día con la noticia de su partida.

– Lo sé, respondió luego de largos minutos de silencio en los que se detuvo el tiempo, minutos en los que sentí que habían pasado años, minutos en los que temí que se fuera para siempre, o, mejor dicho, que me dejara ir para toda la vida.

Sus ojos avecinaban una tormenta mientras los míos permanecían inundados, tenía mucho tiempo que no sentía temor de perder algo. Estaba dispuesta a enfrentar cualquier decisión, pero confieso que solo deseaba escuchar “quédate”.

Después de ese silencio eterno, en que no supe revelar el misterio de su mirada, ya cuando me dirigía hacia la puerta del “hasta nunca”, me tomó de la mano clavando sus ojos penetrantes en mi alma, rogó que me quedara y tras un abrazo que completó el rompecabezas de mi corazón, el amor que estábamos pariendo, nació.

Esa noche se fueron todos mis miedos, entendí que eso que me dijeron alguna vez sobre que algún día iba a aparecer alguien que valdría la pena amar, era verdad. Esa noche me fundí en sus brazos que me llenan de seguridad, que me hacen saber que mañana estarán y que pasado también. Esa noche me convencí de que el amor no elige llegar, pero que nosotros decidimos si queremos continuar, ser, estar y recorrer el camino de la mano de ese que te regala paz.

– ¿Te merece?, me preguntaron sin anestesia, sin darme oportunidad para pensar o analizar la respuesta.

Sí, me merece y yo… yo también lo merezco a él. Cuando te suman alegrías, seguridad, porras, bienestar, risas infinitas y apoyan tus sueños sabes que es ahí. Y eso que tú no buscabas ni esperabas al final del día limpia tus miedos, te abraza y besa antes de dormir.


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