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Sergio merentes
Sergio merentes

Tanto va el cántaro al agua hasta que por fin se convierte en agua

Más se demora una multinacional en inocularnos el gusto por algo, digamos alguno de sus productos, que nosotros en enamorarnos perdidamente de él y, de paso, de carambola, de ella, la multinacional. Y no tenemos la culpa, hay que decirlo, nacimos en la era del utilitarismo, de la esclavitud invisible, o inalámbrica, para que nos entendamos. Nuestra generación está condenada a ser libre si puede pagar su Internet. Todo esto lo digo, más allá de la coca cola, los doritos y la música barata, entre otros tantos, porque en España una mujer se declaró dueña del sol y quiere que le paguen, en realidad que todos le paguemos por su uso. Sí, como oímos desde niños, todos los días se aprende algo, siempre el mundo nos sorprenderá o, de las más conocidas, nada es nuevo bajo el sol. Ni me quiero imaginar cuánto tendría que pagarle cada país que es dueño de una parte de la Amazonía o de un bosque centenario, o hasta de un simple arbusto o cualquier florecilla de jardín. Y mucho menos lo que tendrían que pagar los libros y toda la industria que lo precede, incluyendo al lector y a los fetichistas de librería que jamás leen uno completo, por no mencionar las compras nulas de ellos. Como sea, por personas como ella, que se creen dueños de algo que no tiene, es que el mundo le pertenece a unos pocos que se cuentan con los dedos de una mano. Y por personas como ella, también, es que el mundo es cada vez más grande aunque seamos cada vez más, porque cuando tenemos algo lo multiplicamos porque nos dividimos. Pero no hablemos de matemáticas sino de letras, así que hasta aquí el tema de exactitud.

Y como no todo es malo ni matemático, también están los que cuidan lo que les pertenece porque es de todo el mundo como lo es el mar. Hablo de quienes inventaron una esponja casi mágica que absorbe el petróleo derramado en el agua, dejándola tan limpia como antes, y es por eso que todavía tenemos perdón de dios, que no existe. Por eso es que siguen existiendo héroes que rescatan, por ejemplo, un clásico de la literatura del olvido y lo reeditan, lo imprimen, lo leen, sabiendo, en las profundidades de su ser, que poco sirve, porque sirve para todo.


Photo Credits: Mariano Paulin

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