A Javier Campo
La pared rugosa de ladrillos horadados por el tiempo da cuenta de un estado de la ciudad y de la memoria. Una ciudad larga, atravesada por extensas calles de adoquines en el centro, con una plaza amplia y ventosa.
En el boliche, el cartel verde anuncia una picada voluptuosa. Y no engaña. Detrás de los ladrillos descascarados hubo platos que chirriaron con los mordiscos abundantes delante de quesos y salames. El volumen de los cubitos y las porciones es proporcional a la generosidad de los organizadores del día. Ojalá estas palabras protejan (aunque solo sean un índice breve e inmóvil) el ruido de cubiertos y murmullos. Ese mundo sonoro es una injusta sinécdoque de lo que ocurrió detrás de las áridas paredes y los carteles silenciosos.
Photo Credits: Thomas Claveirole ©