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Paola Maita
viceversa magazine

Taima

Cuando éramos niños y jugábamos al escondite, había un lugar sagrado llamado la taima, un punto designado donde estábamos a salvo del que buscaba. Era meta y santuario a la vez, porque buscábamos llegar ahí para estar a salvo o librar a los demás si salíamos de último, cargando sobre nuestros piececitos la responsabilidad de salvar a los que habían atrapado.

Ahora que somos adultos, podríamos pensar que la taima es nuestra casa, esas paredes que nos resguardan mientras dormimos… Pero ahí cabe comenzar a cuestionar el mundo. Surgen argumentos como “no todos tienen casa” o “ya en algunos lugares las casas no son seguras”, y comienza a resquebrajarse el concepto de que la casa es taima.

Claro que pienso en Siria, indigentes, niños abandonados, pero sé que tampoco tengo que ponerme muy creativa. A pocos metros de mi casa murió alguien en una de las protestas de este mes de revuelo social que se me ha hecho eterno. Hace unas semanas la ciudad en la que vivo fue saqueada todos los días, durante casi una semana, hasta que no quedó casi nada en pie. Se acercan a mi taima el dolor y la destrucción que parecían mantenerse a raya, aunque sea a duras penas, cuando cruzaba la puerta de mi casa.

Estamos en guerra, de luto, de fiesta, en huelga, en camino y atrapados. Todo al mismo tiempo, excepto a salvo. El que salga de último que libre por todos.


Photo Credits: Marc Tarlock

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