Tú,
tu naciste a la derecha de un kiosko,
De frente a calles cuidadas por santos y Plazas con brújulas cuyo norte es la cruz.
Naciste bajo la sombra de concreto del Padre de tu Madre
Pero perpendicular al futuro de otro.
-Si, de otro
Ese día, el pájaro que revoloteaba la esquina de Francisco emprendió vuelo.
Ese día, te convertiste Venezolana.
Allá, extranjera al principio, empezaste a conocer tu gente.
De tu padre entendiste al esforzado llanero; y pues de tu madre al avispado de la capital.
De tus conocidos tricolores tuvo sentido la vasta geografía, de un país que dices ser tuyo pero en el que no vives,
-ya no, y no todavía.
Pero es que coño!
Por un segundo fragante,
quisiera no hablar ningún idioma,
No vivir en una inquietud instantánea
En un mar de llantos,
En victorias sin sobrevivientes
En conciertos de silencio
Vivir sólo para hacer vida.
Olvidarnos que hay muerte en los huesos
Poder detenernos,
Para irrumpir el dolor que no entenderemos jamás
No entender qué es Ser extranjera
¿Pero qué es Ser Venezolana?
Ser humana
-?
Tal vez la tierra nos enseñe,
amenazando con el ruido.
El de ríos de ataúdes,
De campanas de pisadas,
De Timbres difuntos.
¿Pero es que por qué?
Por qué no se puede, por una vez sobre la tierra
No confundir la conglomeración con la razón,
La muerte con la justicia,
El amor por la desesperación .
Por qué es egoísta la clasificación oscura
Ésta de lineas acostumbradas a la tierra
Y naufragios húmedos, ahogados en suspiros.
Y aclaro, que no se confunda lo que quiero con la distancia inactiva,
Porque a quién culpo si viven mis huesos en Venezuela.
A quién culpo
Mientras voy fraguando rumbo con la cicatriz de decisiones
Queriendo sentir para merecer
Mientras soplo palabras
Esas que sólo entiende mi alma de cuarzo.
Todo por escuchar hilos de silencio
De cólera orgullosa
Gritos que anuncian que vuelva
Tan sólo con la profundidad de mi existencia
Todo para que la tierra me enseñe
Que tengo que sentir para merecerla