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daniel campos
Photo by: Otto Nassar ©

Soñar con Islas Murciélago

Mientras mi pensamiento consciente resuelve los asuntos cotidianos y vitales durante la pandemia, mi inconsciente anda de viaje.

Amanecí soñando con una gira a las Islas Murciélago, en el Pacífico costarricense. Las islas Cocinera, San José, Catalina, Las Golondrinas y San Pedrito forman un archipiélago bellísimo y remoto. Emergen del mar en una bahía engarzada en el extremo occidental de la Península de Santa Elena.

En mi sueño, yo buceaba en el canal entre las islas San José y Cocinera. Sentía el agua fresca en mi piel y escuchaba mi respiración mientras observaba la vida multicolor entre las rocas y en el fondo marino. No veía a mis compas de viaje pero percibía su presencia, quizá en la playa o en el campamento.

Cuando me desperté, me quedé imaginando los días de sol dorado y mar turquesa y las noches estrelladas, coronadas por la Luna creciente y la lluvia de Perseidas, que viví en mi única visita a las islas, hace más de dos años.

Recordé también que vi el archipiélago desde el aire a principios de marzo, justo antes de que la pandemia asolara a Nuestra América. Iba en un vuelo de San José a Ciudad de México. En la mañana luminosa y nítida, a través de la ventanilla del avión vi a la pequeña ciudad de La Cruz de Guanacaste; la serena Bahía de Salinas a sus pies; la blanquísima Playa Rajada, refugio de mantas; el golfo azul de Santa Elena; el boscoso Refugio de Vida Silvestre Junquillal; el muelle de Cuajiniquil, pueblo de pescadores; las playas, lomas y cerros del Parque Nacional Santa Rosa; y el archipiélago, con su isla principal, San José, en forma de murciélago en vuelo.

En aquel momento las miré con alegría y con la esperanza de visitar el Refugio Junquillal en mayo, para deleitarme con amistad, amor y vitalidad en un entorno natural relativamente cercano al archipiélago.

No sucedió. Pero esta mañana mi inconsciente y mi corazón me llevaron de viaje hasta aquella región hermosa del Pacífico.

¡Qué delicia soñar e imaginar así!


Photo by: Otto Nassar ©

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