Solón dictó las leyes en Atenas y se subió a un crucero por diez años en el Mediterráneo. Creyó que con eso bastaba y que la ciudad se arreglaría.
Se equivocó. Según Platón, durante el viaje escuchó la historia de la Atlántida de unos egipcios desquiciados. A su vez se la contó al abuelo de Critias y este se la transmitió a Sócrates.
Solón dejó olvidado a su amante Pisístrato (el tirano de Atenas), brilló en un barco y escuchó la historia de un pasado perfecto, al cual creía que pertenecía y eso lo justificaba.
La Atlántida es ese lugar utópico al que nunca llegaremos pero que tenemos en mente como referencia ya sea para dibujar una esperanza o para confrontar con la realidad inmodificable.
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