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flor de un arbol raro

Sobre Flor de un árbol raro de Carolina Herrera (bajo el árbol raro que da la flor)

Toda historia familiar está hecha de historias micrométricas, de momentos, de recuerdos compartidos y también de versiones distantes con respecto a lo que ocurrió, lo que se dijo, lo que fue, y cómo. Toda historia familiar son tantas historias familiares como familiares existan. Y si al recuento clásico se le añade una muerte sospechosa, el asunto se pone interesante. Tal es el caso de Flor de un árbol raro, de Carolina Herrera (El Beisman 2021), una historia camaleónica, una historia tornasol, una historia caleidoscópica. En fin, un árbol raro, bajo cuya sombra escribo hoy.

La sucesión de miradas oblicuas a lo largo de los capítulos que integran el libro y en las diferentes voces que los protagonizan, se proyecta a partir de un mismo disparador, la imagen titulada “Adela Legarreta Rivas atropellada por un Dátsun” del fotógrafo mexicano Enrique Metinides, y que narra en un cuadro el instante fatal luego del accidente en cuestión. La historia despunta a partir de esta foto, en la que la mujer adulta y atractiva aparece en efecto muerta, con los ojos abiertos llevando además de sus cabellos rubios voluminosos y despeinados, un brazalete y una blusa a flores. Es todo lo que se ve, esta mujer incrustada entre un poste y un bloque de cemento, el auto más atrás con la puerta lateral abollada. Así, un accidente conocido y público de la vida real en México, o su fotografía, mejor dicho, se enlaza con la muerte de un personaje de ficción, Adela Monroy, en la novela una conocida escritora de horror y misterio oriunda de Mazamitla, que en condiciones misteriosas es arrollada y muere, instantáneamente, aplastada entre un Toyota y un poste de luz. Este punto de partida anuncia la porosidad entre géneros y la audacia que caracterizará lo que está por venir: la historia irá saltando de género literario en género literario, de voz en voz, de perspectiva en perspectiva.

Es este un elemento primordial y afortunado de la novela, los tránsitos en esta historia no están solo delimitados por las voces diversas y muchas veces enfrentadas y contradictorias (cada quien tiene su versión sobre los hechos que relatan sesgadamente, de acuerdo a su propia perspectiva) o por la naturaleza de las relaciones que cada episodio va develando, sino también por el uso libre y atrevido de distintos géneros literarios. El artículo noticioso de periódico en un capítulo da paso a la narración en prosa en el siguiente, deja el paso libre a la voz del diario íntimo en otro, y continúa luego en un interrogatorio policial y un texto epistolar un poco más allá. Así termina quien lee ante una pieza notable en el que cada capítulo, se ofrece como pieza de un mosaico mayor, una parte de la historia opaca que quien lee tendrá la responsabilidad de develar. De esta manera, Flor de un árbol raro ofrece un rompecabezas en el que el sobrino de la fallecida, su hermano y su cuñada, el capataz de la hacienda familiar, la médico forense, su esposo y doctor de la familia, la hermana y la sobrina (ambas inestables psicológicamente) y el amigo invisible y macabro de esta última, progresivamente van ofreciendo miradas a las circunstancias que preceden y que rodean el hecho siniestro. Incluso la voz de la fallecida habla desde su diario, muestra su perspectiva sobre la familia y un par de pistas sobre el motivo de su muerte, develando el secreto sobre su maternidad oculta años atrás por temor al qué dirán y por mantener un status quo, y sobre el destino de un hijo traspasado a una mamá postiza (no es posible decir más al respecto acá). El contrapunteo, las versiones diversas sobre la vida de la fallecida y sus familiares se enlazarán con la investigación en curso: hay dudas sobre lo accidental del hecho, y sospechas de asesinato.

En efecto, no puede contarse mucho, esto no puede ofrecer spoilers y hay que temerlos, porque la trama justamente se construye a partir de datos informativos y también de silencios, de espacios vacíos que piden atención, que piden ser completados por quien lee, que se vuelve sin advertirlo en detective. De esta manera, capítulo a capítulo, de voz en voz, de género en género, y de vacío en vacío, Flor de un árbol raro se va complicando y va ofreciendo diversos motivos posibles para el accidente de Adela, si es que lo fue, en una familia en la que, sospechosa y sombríamente, como dice el hermano con Alzheimer, sin filtro y sin reservas: todos se mueren. Esta es una novela inteligente para gente que quiere leer, manejada cuidadosamente por su autora. Queremos leer más trabajos así.

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