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daniel campos cronica
Photo Credits: Artem Bali ©

Sobre Caminantes y sus hogares

La luz vespertina se filtraba por el follaje del bosque tropical que rodeaba a la Estación San Miguel. El brillo verduzco del sotobosque parecía más intenso al contrastarlo con la sombra del salón techado y abierto donde nos habíamos reunido. Sentados alrededor de nuestra amiga Astrid, la escuchábamos reflexionar con respecto al hogar y su deseo de sentirse en casa en Alemania. Formada como bióloga marina en Costa Rica, Astrid llevaba varios años como investigadora y estudiante de doctorado en Bremen. Hasta ese momento había encarado su experiencia como peregrina: como si estuviera de paso en el norte de Alemania mientras iba de camino a otro destino, quizá de regreso al punto de partida. Quizá su deseo de regresar a Costa Rica para estar cerca de su amado Pacífico le había impedido explorar las posibilidades de vincularse con el sitio donde estudiaba, trabajaba y residía. De hecho, nuestro viaje a la Reserva Natural Cabo Blanco le había permitido deleitarse con su querido océano por varios días antes de viajar de vuelta a Europa.

Sin embargo, una inquietud interior le pedía que al regresar intentara crear un hogar en Alemania. Su plan, nos contó, incluía llevarse algunos de sus libros favoritos, de sus objetos personales más preciados, e incluso adoptar a un gatito en Bremen. Además, quería disfrutar de forma consciente de la naturaleza en el norte de Europa y de los ritmos propios de los cambios de estaciones, incluyendo la llegada y el transcurso del crudo invierno.

Su estrategia, interpreté, consistía en crear un sentido de estabilidad y pertenencia en Alemania por medio de símbolos de su hogar costarricense, nuevos vínculos afectivos, responsabilidades de cuido y mayor apertura a las características propias del entorno natural que la rodeaba.

En un momento de su reflexión, Astrid citó a Rumi, el poeta místico persa, pero yo me perdí el contenido de la cita por estar divagando. Pensaba en el ensayo “Walking” (Caminar) de Henry David Thoreau. En ese ensayo, el filósofo transcendentalista describe a un tipo de personas que él denomina “Caminantes” (Walkers o Saunterers). Los Saunterers pueden ser peregrinos en busca de su Tierra Santa (Sainte Terre) o personas sin tierra (sans terre), sin arraigo específico en un lugar y que se sienten igualmente en casa en cualquier tierra. Thoreau prefiere el primer significado de Saunterer, derivado de Sainte Terre, pero yo siempre he preferido el segundo, derivado de sans terre.

La reflexión de Astrid me llevó a conjeturar si ella buscaba consagrar su nueva tierra con símbolos del hogar y con nuevos arraigos para sentirse en casa allí, mientras que mi estrategia vital a través de muchas peregrinaciones y migraciones ha sido renunciar al arraigo en lugares específicos. Por haber vivido mi vida adulta en constante movimiento y con frecuentes transiciones, finalmente he procurado sentirme igualmente en casa en las diversas tierras por las que “Camino”. Para ello, cultivo vínculos con las personas que están presentes y a mi lado, esté donde esté, en vez de buscar arraigos. No siempre lo logro, pero es lo que intento.

Mi divagación tenía matices de conjetura. No hallé diferencias de valor entre ambas formas de ser Caminantes, ya sea como peregrina en busca de la propia Tierra Santa o como ambulante sin tierra. Ambas son posibilidades vitales igualmente valiosas.

En todo caso, lo que más me interesaba era entender la experiencia personal y el momento afectivo de Astrid, cuya inteligencia y pasión por la ciencia la habían llevado a una tierra lejana donde quería sentirse en casa. Mientras la escuchaba concluir su reflexión, me percaté de que el canto de las olas de su amado Pacífico matizaba sus palabras, como si fuera una banda sonora. Intenté imaginarla, además, deleitándose con el carácter propio del Mar del Norte. Y en los días que siguieron, su reflexión me llevó a prestar atención a otros y otras Caminantes de nuestro grupo. Sin que lo supieran, procuré ambular a su lado para percibir su estilo de “Caminar”.


Photo Credits: Artem Bali ©

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Sonia DV
Sonia DV
5 years ago

Exacto. Mientras leía, y antes de llegar a la frase «Ambas son posibilidades vitales igualmente valiosas», hacía mi propia reflexión y pensaba que ambas opciones de «caminante» eran tan válidas como cualquier otra. Incluso el arraigo lo es, aunque sea incongruente al propio significado de la palabra caminante. Mi sentir, más del arraigo por la propia naturaleza morriñenta de los gallegos, es que uno está bien en aquel sitio donde se encuentra a gusto con los que le rodean…sea cual sea éste.

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