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gianfranco selgas
Photo Credits: Ajay Suresh ©

El sitio que se ocupa (Parte I)

Me cuesta retirar
la membrana pegajosa
que aúna las realidades
—Yolanda Pantin, A veces

Al desaparecer la nieve la vida se pone de manifiesto. El volumen espacial de la ciudad extranjera, previo a la instancia nevada, conquista su distribución inicial, y, acelerado por la remisión del hielo, admite sus contornos disímiles. Todo lo que en esencia parecía liviano, sujeto a la ecuanimidad fingida de lo blanco, se apesadumbra; la equidad del paisaje —o bien la sumisión del entorno a los designios maleables de la nieve— es descartada por efecto del solevantamiento de lo urbano. Y una vez desechas las corazas heladas que los encierran, edificios y vehículos restauran sus formas originales, otrora sintetizadas por el temporal invernal.

Estas restituciones carecen de un carácter rotundo. De antemano se sabe que van a suceder; lo que no se logra determinar con exactitud es si estarán sujetas a un acontecer violento, o si, por el contrario, la aparición —y la desaparición— será paulatina, graduada por una mano invisible. De un modo u otro, la latencia de aquello que puede ser recuperado está fijada por ritmos más o menos ambientales, que no descartan del todo la agencia humana.

Para la persona que observa, el acontecimiento es un procedimiento retributivo, que le garantiza un contingente de divagaciones probables, siempre y cuando se ponga en marcha el acto especulativo de asociar las imágenes con ideas determinadas. Un ejemplo de esto es la equivalencia que traza el observador entre su país de origen y la oscuridad súbita de la ciudad extranjera: El resurgir de la urbe cubierta por la nieve siempre viene acompañada por la infatuación de un anochecer prematuro que anula, en cierta medida, la visualización clara del panorama recuperado. El día se mide en correspondencia con la brevedad de la luz solar, y la caída repentina de la noche marca la nueva disposición del escenario.

Al observador —para ser más precisos: Al extranjero que mira— estas transformaciones del paisaje ya no le toman por sorpresa, aunque no por ello dejan de despertarle curiosidad, sobre todo por el grado de asociatividad que les confiere. En un ejercicio pensativo se cuestiona, no sin cierta ironía, cómo se comportarían o reaccionarían sus compatriotas si acaso la oscuridad se abalanzara sin aviso sobre ellos. Este es, sin embargo, un pensamiento fugaz, del que se retracta siquiera haberlo concebido. Se da cuenta que la respuesta a su pregunta está ensayada en las razones de su propia extranjerización, en el hado que lo liga a otros tantos que se encuentran en un proceso de resiliencia muy similar al suyo.


Photo Credits: Ajay Suresh ©

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