Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Arturo Serna
Photo Credits: Graeme Maclean ©

Sistema y fragmento

Schopenhauer casi nunca tiene razón. Esta vez, sí: “Cada día seguirá amaneciendo con nuevos sistemas filosóficos para usos de las universidades, construidos únicamente con frases y palabras, acompañados de una jerga especializada que permite hablar durante días sin decir nada; placer este que no se verá turbado por el proverbio árabe cuando dice: “Oigo el ruido del molino pero no veo el molino”.”

El sistema le impone un perímetro a la realidad. O peor, parte de un supuesto: la realidad tiene un límite, un perímetro, y el sistema es un mapa o un molde que busca atrapar la realidad. Este prejuicio es un veneno para el pensamiento. Sea la realidad social o artística, pienso que lo real es menos una forma que un río, es menos un territorio que un flujo dinámico e inaprensible. El sistema es el menos apto de los edificios para pensar lo real. Prefiero el pensamiento que avanza por trancos, el que se organiza (o desorganiza) en fragmentos, a través de episodios que capturan instantes, piezas sueltas. Tal vez, esos fragmentos digan algo o alumbren una parte de eso que llamamos, orgullosos, realidad. El fragmento o el tranco, la pieza suelta o el paso en falso nos hacen avanzar o retroceder de a poco, como si siempre estuviéramos en la oscuridad, como si la realidad fuera un desafío y no una guerra ganada.

Diviso una cuerda floja agarrada en dos puntos del infinito: soy un equilibrista que pierde el ritmo, y que está a punto de caer. No hay red. Solo tengo un balcón en el vacío y el aire limpio de la noche.


Photo Credits: Graeme Maclean ©

Hey you,
¿nos brindas un café?