El arte parece un lujo innecesario para estos tiempos de algoritmos y pandemias. Al menos ese arte que va más allá de los museos y de espacios “alternativos” con financiaciones multimillonarias, de espacios chic y modernísimos donde poder acudir a recoger medallas y fotos. Alguien debería cambiar la definición de arte y de cultura en los diccionarios políticos.
Confinados en reductos minoritarios y subsistiendo con las migajas que se caen de la mesa de los artistas poderosos, algunos proyectos independientes han ido bandeando los tiempos como han podido. Sin músculo financiero y sin mecenas se está haciendo complicado sobrevivir a estos espacios de creación que nacieron o sobrevivieron al pelotazo urbanístico de la década anterior.
Las sentencias van llegando unas tras otras y las piezas van cayendo como fichas de un dominó que conduce hacia el hastío del arte burocrático y sin pulso. Arte vacío y de postal que no es arte ya, sino sólo su recuerdo. De local en local, y de aventura en aventura, ha ido sobreviviendo Lamosa (Laboratorio Modulable Artístico), fundado en un ya lejano 2013 bajo la fórmula del micromecenazgo en torno a la Facultad de Bellas Artes de Cuenca. Con esta exigua financiación consiguió abrir sede ya mítica en el popular barrio conquense de San Antón, uno de esos espacios urbanos que andan siempre en la cuerda floja entre el abandono o convertirse en barrio de moda para artistas e intelectuales.
De allí, pasaron a una maravillosa sede prestada por la Escuela de Artes en el convento de “Las Angélicas”, en plena calle de San Pedro, arteria principal del Casco Antiguo, lugar del que fueron provisionalmente apartados para la “magna” exposición de Bill Viola. Tirando, tirando, este proyecto ha sobrevivido siete años en la subprecariedad de los márgenes de los presupuestos públicos y de los grandes patrocinios privados, creando un espacio de expresión, mucho más allá de la galería de arte. Daniel Raposo es uno de los nombres propios de este proyecto, que ahora ha visto como el COVID cierra la sala de Lamosa para convertirla en aula de distanciamiento para la escuela de Arte. Pura metáfora poética. Arte distanciado.
En estos años, Lamosa ha sido un punto de encuentro para la vida artística de una ciudad que pretende ocupar un espacio en la cultura contemporánea. Un espacio único para descubrir y encontrarse con lo mejor del arte actual y vivo, pero no sólo eso, ha sido un lugar donde convivir con la cultura contemporánea, donde presentar un libro o hacer un concierto, donde siempre se ha acogido a la performance y al teatro alternativo. Sin LAMOSA, la cultura contemporánea se queda un poco más huérfana y un poco más muerta. Probablemente porque no acabamos de entender que la cultura es un campo de experimentación, de avance y de retroceso, de pruebas y errores, donde cada generación necesita un espacio propio donde crear y experimentar.
Si los museos son cada vez más espacios para turistas de ciudades que han perdido a sus pobladores, las iniciativas culturales como LAMOSA alimentan a una ciudad, a sus habitantes, los dotan de símbolos y de vida. Son lugares donde aventuran futuros y donde crear un proyecto común de vida. Lugares donde agitar el polvo y avanzar dejando de mirarse el ombligo.
Andan los cajones de los despachos llenos de proyectos más o menos megalómanos que se abandonaron sin que pasaran de los titulares de la prensa y andan las bocas de los responsables políticos llenándose de palabras grandilocuentes envueltas en millones de euros. La cultura no se crea por decreto, se trabaja día a día, se pelea palmo a palmo. La cultura y el arte son como la vida, cada día hay que alimentarla. Algo que ha sabido hacer como nadie el equipo de LAMOSA, dotando de un lugar de expresión a más de quinientas iniciativas culturales durante los siete años de su existencia. Ahora, más que nunca, es necesario hacer o al menos, no poner palos en la rueda del arte y de la cultura. Eso no es hablar. Eso no es prometer. Eso es hacer.
El 23 de agosto cerró LAMOSA en el Casco Antiguo de Cuenca. No hay excusas. Sin LAMOSAs no hay futuro.