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manny lopez
Photo by: Alexandru Paraschiv ©

Siempre he querido ser como Thelma Ritter

No cedas, no bajes el tono,
no trates de hacerlo lógico,
no edites tu alma de acuerdo con la moda.
Mejor, sigue sin piedad tus obsesiones más intensas.
Franz Kafka

 Desde que tuve conciencia del camino que finalmente tomaba, ese que me había esperado pacientemente, y otras veces rebelándose contra mis miedos, supe que quería ser como Thelma Ritter.

Thelma Ritter fue una magistral actriz norteamericana. Aunque hizo de todo un poco en el cine, televisión y teatro, es mayormente conocida por sus papeles secundarios y su inagotable talento para la comedia. Para los que no conocen a Thelma Ritter, háganse el favor de buscarla, vean sus películas, escuchen sus diálogos. No está de moda. Sin embargo, a mi ver, siempre estará vigente, aunque venga el coronavirus y nos haga ceniza.

¡Ah, la moda! El tema que me ocupa.

He despertado en la madrugada y tratado de no prender la cafetera hasta las 6:00am, por eso de que entonces me quedo sin café enseguida. Le he dado de largo. Sentado de frente a la ventana veo el cambio de color, de un cielo carbón a uno completamente brilloso y celeste claro. Pudiera ser una visión de una pintura de Hopper, pero eso sería exagerar.

Dar de largo. Me he convertido en un maestro en darle de largo a un sinfín de situaciones. En el caso de la moda, no he estado muy al tanto de los colores de la temporada, ni de qué largo se debe llevar el cabello y todos esos pormenores. Total, que yo me paso más de un mes sin cortarme el pelo y ni hablar de arreglarme la barba. De lo que si he estado al tanto es la moda de despotricar a alguien y luego posar en fotos acaramelado con dicha persona para las redes sociales. Han dicho horrores de su poesía, de su negrura escrita, de su falta de verso, pero la frase ha sido embellecida diciendo: “pero ahora está de moda”.

No quiero estar a la moda.

Si debo escoger, me gustaría ser el vestidito negro y clásico. Ese que saca de apuro a toda mujer elegante. Ese que lo puedes usar una vida entera, reinventándolo a cada tanto. Reinventarme. Eso trato. Buscar un espacio donde no me agreda demasiado la hipocresía de moda. ¿Existirá tal sitio?

Aquí dentro nada está de moda. Y mientras pasa el tiempo, menos. Vivo dentro de un caleidoscopio de recuerdos y objetos de segunda mano. Aparentan ser otra cosa. Siempre he aparentado ser lo que no soy, pero eso va en otra crónica. Me siento bendecido de no estar a la moda. Bendecido, si lo dije. Una palabra que no me gusta usar, aunque no puedo suplantarla por otra en este preciso momento. Detesto tener que lanzarme al ruedo a diario y ser corista. Lamer culo a diestra y siniestra para aparecer en la plataforma de moda. No, aunque me cataloguen de insoportable. Decir las cosas por su nombre es lo que me permite seguir viviendo entre hienas. Bendecido, a todo tren.

No quiero diversiones a la hora de leer poesía en público. Soy old-fashioned para ciertas cosas.

Estudiaba las opciones para una próxima lectura. Como no me iban a pagar, ni tan siquiera para el tren, pues me sentí mas libre que de costumbre. Esto sería una lectura de poesía con performance añadida. Quería impactar. No podía desnudarme porque eso sería buscarme una avalancha de tomates podridos. Descartado. Entonces recordé que podía usar algún prop para sumarle dramatismo. El super de mi edificio, un boricua cincuentón que me promete una Medalla a cada rato, pero que nunca aparece, me regaló una soga. Estuve días pensándolo. Leería con tres poetas. Todos muy respetados y serios. Claro después del vino, comienzan a salir sus yo’s verdaderos.

Se me abrieron los cielos. Recordé a Thelma y su diálogo en The Misfits, al lado de grandes: Elia Kazan, Clark Gable y la luminosa Marilyn Monroe. Tomé apuntes de esa escena en que Thelma (Isabel, su personaje) dice: “The slogan of Nevada is anything goes. But don’t complaint if it went.” Nadie se recordó de los grandes alrededor de Thelma. Su timing era perfecto, y qué decir de su humor. Jamás llegaría a su altura, pero lo intentaría. Supe que la soga sería mi herramienta perfecta. La llevaría escondida debajo del abrigo. Cuando me toque el turno de leer, me apartaría a un lado y comenzaría mi discurso leyendo un poema de una tal Lolita Churrupienta. Justo al terminar el poema me colocaría la soga alrededor del cuello y proclamaría: “Así se suicidan las pajeras”.

Lo de la lectura y la soga no tuvo efecto alguno. Es más, no hubo tal lectura. Entonces, quise quedar embarazado, pero recordé que ya era tarde para tales menesteres y yo lo único que tenía era una gata. La gata me dijo: “a mí no me vas a coger para tus cosas, olvídalo.” Yo que moría por tomarle una foto defecando para luego decir que era arte conceptual. Me quedé desconsolado. Nunca he logrado estar de moda. No he podido ubicarme entre las estrellas del momento, las de versos excelsos, los que son aplaudidos por sus frivolidades. No logro convertirme en oportunista del now, ni tan siquiera en los seductores de moda.

Vuelvo a Thelma Ritter.

Recordé su cara de asco en “All About Eve” en una escena con Bette Davis. Me dije, es el mismo asco que me da cuando veo lo que veo, pero evito, en ese solar cibernético que se ha convertido en mi única ventana al mundo. Me vino de repente la visión suya encogiendo los hombros en son de sabiduría, no de derrota, diciendo esto es lo que hay, ¡que siga el circo!

Mientras tanto, nosotros, los que permanecemos ocultos entre el marabú, siendo brebaje que pocos logran probar, seguiremos en constante evolución. Iremos abriéndonos paso del mismo modo que lo hemos hecho siempre: a puro sudor. Creando espacios no estrictamente para nosotros; también para brindar luz a la obra de otros colegas. Y eso sí, nunca aceptando tranzar con lo que nos quieren imponer por moda.

Quizá algún día, ya sea vivos o muertos, tendremos la suerte de llegar a parecernos a la gran Thelma Ritter, con su wit único y su pronunciado acento neoyorquino.


Photo by: Alexandru Paraschiv ©

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