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eunice medrano
Photo Credits: isa•bell ©

“Será bellísimo”

– Eso no me asusta, Eunice viene con todo eso y si me aceptan será bellísimo-, me aseguró él luego de que le confesara ese miedo que me paralizó al pensar que se alejaría de nosotros.

-Será bellísimo…-, ya lo es, respondí atónita por su respuesta, pues no imaginé que ese hombre, quien hace meses me había recalcado que no quería una relación, estuviese ahí, diciéndome eso. Creí que estaba soñando, tejiendo otra fantasía en mis mayores anhelos inconscientes. Pero fue real.

– Y lo que falta, agregó.

Uno de mis mayores defectos/virtudes es creer en todo lo que me dicen, no tener esa malicia de pensar que la persona del otro lado es capaz de engañarme. Pienso que eso me llevó a creer de una manera bastante arriesgada en personas que no merecían ni una pizca de confianza. Se puede imaginar que esas decepciones pudieron llevarme a congelar mi corazón, pero creo firmemente en que la gente buena es mayoría, así que no pasó.

En esta oportunidad lo conté, agarrando desprevenida a mi mamá en su toma mañanera de café. Le pregunté sobre qué pensaba ella de lo que me estaba pasando, porque las mamás pocas veces se equivocan y la vez anterior me lo advirtió desde el primer minuto del partido. Me sorprendió que estuviese de acuerdo, esperaba que me dijera algo como: “Debes concentrarte en tu futuro y en el de los niños”. No pasó. Todo lo contrario, me invitó a arriesgarme.

Esto me emocionaba. La relación que estoy cultivando con mi mamá me gusta mucho, no había pasado antes, nunca le hablé de quién me gustaba, de mis amores platónicos, mis desilusiones, nada… siempre impuse mi postura y ya. Creía que por leer mucho tenía la autoridad para debatirle sus argumentos de bienestar para mí.

Por eso terminé ahí, entre la pared de mi cuarto y la cama, asustada, temerosa por no saber si lograría ver el siguiente amanecer. No fue que no quise contarle, siempre lo deseé, pero no tuve el valor, preferí llorar en silencio antes que asumir la vergüenza de decir: “mamá, me pegaron”.

Nadie nunca lo imaginó, porque las mentiras y la actuación no eran mi fuerte, pero logré engañarlos a todos por dos años. Maquillé cada moretón de mi piel, los oculté debajo de esas camisas mangas largas que tanto me gustaba usar, por eso nadie sospechó. Disfracé mi dolor con la presión de no saber qué hacer con ese título de periodista que no me genera lo suficiente como para poder darme la vida a la que estaba acostumbrada, la mesada de mi papá era mucho más que mi pago mensual del periódico en el que trabajé.

Por eso esta vez quise hacerlo bien desde el principio, le confesé mis temores a mi mamá y ella supo guiarme hacia la luz de mi valor, vio en mis ojos a esa Eunice ilusionada que tenía años perdida.

Luego del divorcio ha sido complicado abandonar todos mis prejuicios, esos mismo que me hicieron callar; el qué dirán me costó muchas cachetadas e insultos, una patada en el vientre y fracturarle la nariz a mi ex en medio de una defensa asustada. Era necesario deshacerme de mis prejuicios. Estaba abrumada, ¿cómo saber que él sería diferente?

– Sal con él, obsérvalo, no hables tanto y escucha lo que tiene que contar, tú corazón sabrá decirte qué hacer, me recomendó mi mamá.

– ¿Crees que me vea bien? ¿Qué le vaya a gustar? ¡Mamá, quién me va a querer a mí con dos muchachos!, respondí desde mis miedos.

– Los mismos que están haciendo fila para salir contigo y tú les niegas la entrada… ¡anda y diviértete!, replicó desde su sabiduría infinita.

La verdad ya había tenido una cita antes, pero ese hombre no provocaba ni un mal pensamiento en mí, me obligaba a verlo para dejar de sentir la presión social de tener que estar con alguien, pero el primer día que me celó me perdió hasta como conocida. Ese tipo de comportamientos no los toleraré, ya tengo un doctorado en que los celos no son sinónimo de amor y que no son parte de mis problemas las inseguridades de los demás.

Recordé la primera cita que tuve con mi ex, también estaba ilusionada, él era un joven admirado por muchos en plena construcción de su firma como periodista y yo una joven estudiante del sexto semestre de Comunicación Social, me sentía como triunfadora.

Fuimos al cine a ver El Relato del Loro, una película venezolana que se basaba en la mirada de un loro que vivió 50 años de país. Él llegó tarde, pero ya había comprado las entradas, yo llegué temprano… también las había comprado. La incomunicación entre nosotros fue desde el día uno y no lo noté.

La verdad no vi ninguna señal, siempre normalicé las agresiones y las justifiqué, a pesar de no haber tenido ese ejemplo en mi casa. Luego de esa cita vino el primer incidente, ese en el que me tuve que haber marchado, pero me quedé.

Junto a unos amigos estábamos desarrollando un proyecto radial en una emisora de la ciudad, con programas frescos, joviales y basados en el humor. En el equipo había un locutor enamorado de mi cabello que siempre bromeaba al aire con que yo era la locutora más hermosa de la 96.1. A veces los seres humanos creemos que podemos controlar lo que piensan, dicen o hacen los demás, peor aún que tenemos la responsabilidad de tales acciones.

Eso creí yo, por esa razón pedí a mi ex que me perdonara luego de que él me dijera zorra, puta y regalada. Ese 27 de septiembre lloré como una bebé en los brazos de mi prima, quien no entendía cómo en dos meses y medio ya esta persona podía tenerme en ese estado. Nunca lo expliqué, desde ese momento callé.

Después de tanto tiempo es normal sentir miedo en estos nuevos intentos, es como volver a caminar con alguien que te brinda su mano para ser tu apoyo. Ahora le cuento a mi mamá cómo me voy sintiendo, dejé que lo conociera para que me diera su impresión y le confío todos mis pensamientos. Ella contiene mis miedos, él los abraza y los destruye.

Quizás estás leyendo esto sin la esperanza de tener un nuevo renacer, pensando que nadie te querrá llena de cicatrices, con dos hijos, pero no es así, después de un tiempo te das cuenta de que esa persona solo llega a tu vida para enseñarte cuán valiente eres y cuánta voluntad hay en ti, así que no desesperes… quizás aún sea muy pronto para hablar de amor.

Hoy, 6 años después de aquel insulto desgarrador, decidí creer en alguien nuevo, una persona que no solo me respeta, sino que demuestra deseo en compartir nuestros caminos. Alguien que me escucha, me apoya, me consuela y se preocupa, a quien no le importan mis cicatrices y se preocupa por no hacer ninguna herida. Después de un tiempo te das cuenta de que las mejores cosas pasan luego de fracturarse, de caer en el abismo, de experimentar la máxima tristeza. Es la mejor forma que tiene la vida para enseñarnos a valorar lo bonito de este mundo.

Cuando creemos que llegamos al final, hay alguien esperándonos a la mitad del camino para comenzar a escribir un nuevo capítulo.

– ¿Quieres ir al cine?, preguntó él después de confesarme que solo quería estar conmigo.

– ¿Vamos al cine y luego a la casa?, repregunté luego de abandonar todos mis miedos.

Fue una salida perfecta llena de ilusión adolescente, vimos Bohemia Rhapsodhy, era mi primera vez en el cine luego de cuatro años… él se convirtió en mis nuevas primeras veces. Esa fue la primera vez que lo oí decir que estaba en una cita, justo ahí confirmé que no era un sueño, era real y me estaba pasando. Hoy todo es mejor con mi mamá, con hijos y con él, en todos confío y se volvieron mi fotografía favorita.

Él tenía -tiene- razón, será bellísimo.


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