Los cornejos de flor blanca (Cornus florida) han sido los últimos árboles en florecer esta primavera. Camino cada día por el bosque de Prospect Park y me detengo por ratos a contemplar los cientos de ángeles que descansan sobre sus ramas. Los admiro también en los antejardines de mi barrio, donde dan vida a las fachadas de ladrillo o piedra caliza de las casas. Resplandecen bajo el sol cuando llego al campus de Brooklyn College por la mañana. En momentos de sutil delicadeza, sus flores bailan el ballet del viento.
Flowering white dogwoods: Belleza blanca de corazón glauco. Sencillez.
Ha avanzado ya la primavera y se siente la cercanía del verano. He concluido el año lectivo en la universidad. Esta vez no siento euforia, ni libertad, como en años anteriores a la pandemia. Mis estudiantes y yo dimos lo mejor que pudimos en el regreso a la presencialidad. Nos esforzamos por pensar, leer y analizar juntos, por dialogar, por traer la filosofía a nuestra realidad vital.
Sin embargo, aún llevamos en cuerpo, mente y corazón los rastros de dos años de distanciamiento, pérdidas personales y enfermedad. A algunes aún les cuesta dejar de lado sus celulares y computadoras portátiles y presentarse de lleno a nuestros diálogos filosóficos en vivo, recordar que están acompañades por amigues sentipensantes. Yo mismo me enfermé a medio semestre y tuve que usar reservas de energía para terminar el semestre enfocado, con vigor psicofísico y entusiasmo intelectual en el aula.
Siento necesidad de descansar. Lo hago caminando en silencio en medio del bosque de Prospect Park y contemplando los ángeles níveos que descansan sobre los cornejos. En la sencillez de su compañía restablezco mi vitalidad.
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