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Carlota Caulfield

Selección de poemas de Cuaderno Neumeister

Jazz is about being in the moment
–Herbie Hancock

 

Estudio cromático

Te gustaría lentamente tatuarte con las notas del trombón.
Decir, no tengo más que esto, lo que abre la epidermis

y hace brotar sangre,
lo que queda cuando la muerte lo arrasa todo,
menos los sonidos del cuerpo.

Y así las uñas guardarán su color rosáceo,

los senos su firmeza,
el cuello su tersidad.

Reconocerás el privilegio enorme que se aloja

en las venas y podrás descender a un centro de quietud
sin aferrarte a nada.

Entonces la respiración empezará una vez más,

y con ella una salivación anfibia repugnante
hasta que tu mano se mueva con rapidez

y el sudor pierda su pestilencia.
Pero no sufrirás vértigo.

La avalancha caerá sobre ti como bendición.

Tu boca vibrará y escupirá hilos imperceptibles.
Después llegará el viento loco y comenzará el concierto.

 

Improvisación para trombón y destapador

Todo parecía inútil.
No abandonaste el gesto, la mirada, la palabra.
Osado fuiste.
Recibiste sin quererlo un acento de ciudad hacia adentro.
Te dolió el pecho, y subiste al escenario,
señores y señoras, para terminar de desintegrarte.

Dicen que los trombonistas
llevan invisibles anillos de plata en los labios,
vistos sólo por aquellos que saben saborear, y gustar,
y tocar con pasión, palpar con detenimiento.
Cualquier apuro es maldición, un acto peligroso.

Bésame en la nuca, oí que decías.
Después llegó el desorden.
La historia de los hacedores de anillos invisibles
está aún por inventarse.

Fuiste capaz de reconocer la altura y el timbre del sonido.
Maestro, usted tarareó varias notas en las que se encontraban
la velocidad de la luz y el cerezo en flor.
¿O fue el pétalo del cerezo mientras caía el que resultó ser exacto?
¿Y de qué precisión se trataba?
Entonces, ya no importó la música cerca o lejos del instrumento.

 

Entre Beckett y Feldman: pieza radiofónica

Ni esto ni aquello.
Pausa.

Piensas que al fin llegó,
pero sólo comienza lo inexplicable.

Piensas que nada sobra,
pero sólo haces un gesto con la mano.

Es el ritmo de las palabras, piensas,
pero sólo tocas una nota en el piano.

Oscuridad en el escenario, fragmentos tuyos,
primero un dedo, después un ojo, esperas.

Piensas que es un desafío y así la música,
ese personaje que eres tú, inmóvil.

No habrá término medio, le dices.
Los breves aforismos musicales, en camino.

Cada nota culmina en sutiles cambios de color,
y otro año llega, se suceden más fragmentos.

Después recibes un austero envase, lo abres
como si escucharas tus monólogos repetirse
una y otra vez mientras te reconoces compositor.

Nada sobra.

 

Après “Le Grand Violon” de Henri Michaux

Este trombón es un gran trombón de doble vara,
lo toco in crescendo,
soplando entre sus estertores,
a golpe de labios y respiración
sin nunca saciar
su hambriento corazón de metal
que sólo yo puedo comprender.
Mi trombón de doble vara, por naturaleza,
tiene mejores sonidos bajos
en la oscuridad,
en las grutas del alma y en túneles solitarios.
A veces con esperanza,
entre labios amoratados y sudor a chorros,
pasa el agobio, y así lo acepto,
con su delicadeza de raudal,
algo que no conozco y que a veces
me toma por sorpresa,
por eso lo distraigo
para arrancársela, con cariño,
sonidos abundantes en arcilla,
hojas secas, caricias, reflexiones y el poema.
Mi trombón de vara doble,
aunque más viejo que yo,
tiene la lealtad de un niño,
su materia contra mi materia,
jazzable

 

Listening to Coltrane

Como si se abriera un abismo, una avalancha de pavos reales, así la noche. Un trazado en tinta volátil, y las plumas muy verdes.


[Selección de poemas de Cuaderno Neumeister / The Neumeister Notebook. Limerick, Ireland: hardPressed poetry, 2016.]

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