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fabian soberonPhoto by: Gonzalo Díaz Fornaro ©
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Sebastián Subatin y Matiegka

A la salida del subte B me encuentro con el músico dotado Sebastián Subatin. Sebastián me entrega un pendrive con algunas tomas de la entrevista que le hicimos a Santiago Sylvester para el documental ALAS. Antes de despedirme, como una hoja empujada por el viento, Sebastián me cuenta la increíble historia de Matiegka. Matiegka fue un compositor checo que nació en Bohemia, en ese entonces Monarquía de los Habsburgo, en 1773. Se trasladó a Viena y compuso solos, dúos y tríos para guitarra, flauta y piano. Incluso compuso el trío Op. 21 que se le atribuyó a Schubert pero que fue compuesto por él mismo. Sus composiciones son sutiles y tienen el extraño encanto de entre siglos y entre estéticas. Sus obras reptan entre el viejo clasicismo vienés y el aliento oculto del futuro romanticismo alemán. En esa complejidad sonora suenan las piezas diferentes de un compositor que, hasta el instante en que me cuenta Sebastián, era un desconocido para mí.

Sebastián no solo me cuenta la vida breve del músico sino que me avisa, rápidamente, que él forma parte de un trío que ha grabado una obra de Matiegka y que el trío se llama precisamente Matiegka, como un homenaje tardío y lejano a un compositor que casi está en el borde del olvido.

Cuando nos despedimos pienso en el océano arrollador del olvido, en las mareas tempestuosas que barren del orbe decenas de nombres, de cuerpos y de piezas que entran en una habitación oscura hasta que alguien los trae de nuevo a la vigilia momentánea, fuera de los círculos feroces de la pérdida.

El infierno es el olvido.

Después de unos meses, vuelvo a ver Sebastián y compartimos con él y con Claudia una cena apasionada y amable mientras el ladrido de los perros dispara la conversación

Ya en mi casa, descansado, pongo el disco. Descubro que el sereno magma que antes era parte del océano ahora conforma el aire del cielo, del breve paraíso. Qué tendrá la música, pienso, que nos permite borrar por un instante el desamparo en el que vivimos y entrecruzar el ayer, el hoy y el alivio utópico de la amistad.


Photo by: Gonzalo Díaz Fornaro ©

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