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Photo Credits: Kathleen ©

Samba en el Ó do Borogodó

Después de un concierto de boleros puertorriqueños de Miramaren Manhattan, conversé con Laura, la cantante del trío. Le dije que me encantó su poderosa interpretación de «Pétalas Esquecidas«, lo que le añadió un toque saudadoso y brasileño al concierto. Ya había escuchado otras versiones de esa canción, como la de Marisa Monte, pero la interpretación emotiva de Laura, acompañada por Marlysse en el piano, me conmovió. Esto cambió nuestra conversación del inglés al portugués. Más rico así. Me preguntó dónde había escuchado esas otras versiones y le dije que en São Paulo.

—Ah, yo viví en São Paulo. Fui a estudiar con una cantante de samba que ha tenido mucho éxito en Brasil, Francia y Alemania—me dijo. —¿Cómo se llamaba?—se preguntó.

—Fabiana Cozza—adiviné, pues yo sabía que la cantora paulistanahabía dado conciertos en París y Berlín.

—¡Sí, era ella!—asintió, sorprendida de que yo supiera el nombre de su maestra de samba.

Yo conocí la música de Fabiana Cozza por el álbumQuando O Céu Clarear que me regaló Alex, uno de mis amigazos de Sampa desde que viví en aquella ciudad en el 2005. Laura, por su parte, estuvo en aquella capital cosmopolita estudiando interpretación de samba con Fabiana. 

—¿Cuándo estuviste en São Paulo?—le pregunté.

—Déjame pensar. Creo que en el 2005.

—¡Yo también! Entonces estuvimos allá juntos.

Compartimos una risa espontánea pues estuvimos en los mismos barrios paulistanos al mismo tiempo. Laura anduvo cantando por la Vila Madalena, bailando samba de gafieiracon la Banda Glória en Pinheiros y escuchando rodas de sambaen el bar Ó do Borogodó, al costado del cementerio,mientras yo frecuentaba los mismos recovecos.

—Probablemente nos cruzamos en el camino varias veces, ¿no?

—Quizá hasta nos tomamos alguna cerveza junto con más amigos y no lo recordamos—bromeó.

Y sí, podría ser que nos hubiéramos cruzado y hasta hubiéramos estado con alguna galera en algún botecode la Vila Madalena o el barrio de Pinheiros, cantando y bailando juntos.

Yo compartía aquellas noitadasbohemias con un grupo de amigos y amigas que crecía espontáneamente. Disfrutaba de la apertura y calidez de la gente brasileña. Así conocí a una garotade largos rizos negros, ojos como granos de café paulista, sonrisa de amanecer, corazón de miel, samba no pé, creatividad pictórica y sensibilidad poética. Ella me presentó a la poesía Cecília Meireles y me inspiró a escribir el único poema que intenté esbozar por aquellos años.

Te busqué
durante una noche blanca y fría,
ya tan lejana.

Te esperé
escuchando en silencio el canto
de una reina africana.

Te encontré
donde el samba llena de vida
a la madrugada urbana.

Me acerqué
al cruzar nuestras miradas
y atisbar la luz de la mañana.

Poco me importó que fuera mala poesía. Lo que me importó fue intentarla, ensayarla, dejarla fluir, vivirla y sambarla. El poemita lo escribí en un papelito después de una noche de samba en elÓ do Borogodó, una antigua casa convertida en bar y espacio de música popular brasileña.

Talvez Laura estuvo ahí esa misma noche. Talvez estuvo el día siguiente en la feirinhade sábado en la plaza Benedito Calixto, comiendo acarajébahiano, bebiendo una cerveza fría y escuchando chorinhosinterpretados por unos viejitos que se juntaban a tocar en rodaen la feria.

Ahora Laura vive con su familia en Virginia y yo con mis cinco sentidos en Brooklyn. Y aunque no nos conocimos en aquella época, nos conocimos años después, luego de un hermoso concierto de boleros puertorriqueños en Nueva York. ¡Qué pequeño es el mundo y qué linda es la Vida!


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