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Rulos

En mi familia somos cuatro hermanas. En 1990 llegué yo. Cuando era pequeña mi pelo era rubio rojizo, y se fue poniendo castaño oscuro con los años. Mi segunda hermana era mucho más rubia, y todavía tiene algunos reflejos claros. Mi tercera hermana tiene un color como el mío: oscuro. Estos son los hechos. Hay evidencia fotográfica de nuestros peinados habituales: media-colas altas con lazos inmensos para las fiestas, trenzas, cintillos para el colegio, o nuestro pelo suelto sedoso, el mío siempre muy largo. Luego vinieron etapas con el pelo corto (corte de “paje”) con pollinas rectas, para mejor enfatizar los rasgos curiosos de la adolescencia (y para eludir las epidemias de piojos). Unos cuantos años más tarde llegó mi hermana menor, la novedad que trajo consigo una sorpresa adicional: de su pequeña cabeza rojiza crecía pelo ensortijado. ¿De dónde lo sacó?, decíamos, y buscábamos entre generaciones pasadas. Mientras tanto, mis padres le compraban juguetes, varias Barbies y muñecas parecidas, con el pelo liso.

No puedo imaginarme la experiencia del mundo con el pelo rulo. Estoy demasiado acostumbrada al mío; despertarme una mañana con la cabeza llena de rizos sería volverme a conocer, y volver a hacerme un lugar en la sociedad. También tendría que cambiar mis hábitos de peinado, cuántas veces a la semana me lo puedo lavar, e ir probando productos hasta que encuentre el que me dará los rizos más definidos.

Sé que algunas personas en Venezuela invierten una parte de sus sueldos mensuales en tener el pelo liso: se “suavizan las ondas” y unas cuantas se dicen sin pudor que tienen el pelo malo. Entre ciertas mujeres el pelo malo –es decir, muy rizado-, bien sea en otras mujeres o incluso en hombres, puede ser motivo de cuchicheos, y tenerlo representa muchas penurias. Para combatir el cabello que se rebela o que se opone al bien hay todo tipo de estrategias, desde remedios caseros hasta procedimientos tan misteriosos como la cirugía capilar (que no tiene nada de cirugía) o el alisado japonés. La industria de la queratina merece su mención aparte, con la más alta demanda en tiendas especializadas, peluquerías, y cientos de especialistas que van a domicilio y te ponen el tratamiento en la comodidad de tu hogar. Es que todo el mundo tiene que tener “pelo de Miss”, por eso hay más peluquerías que farmacias en el país. Y cabe acotar que desde que ya no se consiguen las marcas de consumo masivo de champú y acondicionador, los anaqueles de esas mismas farmacias han sido tomados por los productos especializados para salones de belleza.

¿De dónde salió el cabello de mi hermana? Luego recuerdo a mi tío paterno. De pequeño tenía la cabeza llena de crespos dorados, pero hoy en día –y desde hace mucho- es calvo. Son famosas las anécdotas de cómo mi tía abuela le colocaba menjurjes de todo tipo para aplacar los rulos. Nunca sabremos si fueron los experimentos o si fue la genética lo que terminó de liquidarlos.

El cabello de mi hermana siempre es lo más simpático de todos los eventos familiares, es la conversación obligada y las miradas robadas. Ahorita lo lleva largo, y decirle que se lo corte es una ofensa. Algunos tenemos que dedicar esfuerzos a ser memorables o construir algo que nos haga destacar, pero ella nació con esa estrella justo encima de su cabeza. Le pedí posar para estas fotos porque quería retratar los rulos, que son su identidad, su empoderamiento y su resistencia.   

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