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fabian soberon
Photo by: ansilta grizas ©

Rosas, traductor mapuche

Rosas deambula por los parajes de Tandil. Tiene el propósito de alternar con los mapuches una tregua; quiere pacificar para gobernar. Unos días antes ha caminado por los senderos vírgenes buscando el sonido y la pronunciación precisa de algunos vocablos. Entre las cavilaciones, se detuvo a contemplar el horizonte en las tierras aparentemente mansas.

Los mapuches lo consideran uno de los hombres más sabios de la provincia tumultuosa y cultivan el trato afable con el hacendado.

Una tarde lluviosa, en el invierno, Rosas se mete debajo de un toldo hirsuto y raleado. Sin grandes circunloquios, sino más bien desde un manejo escueto y práctico, conversa en lengua pampa —como él la llama— con el cacique. Acuerdan la paz futura.

Unos meses después, ya afincado en su casa, anota nuevos vocablos para su diccionario mapuche.

En otro lugar y en otro tiempo, abocado a los avatares de la guerra desigual, el general Bartolomé Mitre traduce la Divina Comedia según un metro riguroso.

Rosas, menos preocupado por la civilización europea y culta, comparte con el general la afición por la comunicación con el otro.

Aunque en su tiempo se veían como caras opuestas de una misma moneda (y sin otra cosa en común), Mitre y Rosas —el salvaje que se parece a los indios— se identifican en la difusión de las culturas.

En un posterior orden imaginario, incluso lejano a nuestro hoy huidizo, un hoy que duda de los resquemores inútiles, ambos traducen para los lectores que desconocen las rencillas ridículas y olvidadas.


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