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Alejandro Saderman
viceversa

Roma siglo XXI

Estoy de regreso en Roma, esta vez para presentar una exposición de los retratos de artistas italianos que hizo mi padre Anatole Saderman, cuando él y mi madre me vinieron a visitar mientras trabajaba en el Departamento Cinematográfico de la Rai (nada de video: se filmaba – no se “grababa” – en 16mm. blanco y negro, y se montaba – no se “editaba” – en la moviola Prevost).

Fiel a su tradición de haber retratado a TODOS los artistas plásticos argentinos, desde Victorica y Pettoruti hasta Alonso y Macció, mi padre se las arregló para retratar a los artistas plásticos romanos de los 60. Y antes de regresar a la Argentina en el 62, hubo una exposición de esos retratos en la emblemática galería La Nuova Pesa, en Via del Vantaggio, que había sido inaugurada en 1959 por Alvaro Marchini y cerró a su muerte en 1976. La galería se mantuvo cerrada hasta que su hija, la actriz Simona Marchini, la reabrió en 1985, pero en Via del Corso, a metros de Piazza del Popolo.

Esta vez, 55 años más tarde, regresé a Roma para inaugurar la misma muestra, con la cura de Massimo Scaringella, y el agregado de un grupo de retratos de pintores argentinos de origen italiano: Berni, Castagnino, Fontana, Macció, Pettoruti, Soldi y Spilimbergo.

En Roma me hospedo, faltaría más, en casa del arquitecto Giorgio Leoni, mi fratello italiano, de quien hablé en una vieja nota, en el pituquísimo-sifrinísimo barrio de Parioli. Giorgio la pasó mal el año pasado. Sufrió un infarto que se complicó con problemas respiratorios. Afortunadamente se recuperó, pero quedó muy disminuido, y sobre todo, desmoralizado. Me causa una tristeza enorme verlo así, pero ni modo. Solo de cuando en cuando una sonrisa ilumina su rostro, sello indeleble de su sentido del humor.

No he tenido mucho tiempo para turistear por la ciudad. En un rato libre visite el MAXXI, el espléndido museo de arte moderno diseñado por la arquitecta Zaha Hadid. Roma está esplendorosa como siempre, no conozco otra ciudad con árboles tan hermosos. Roma es el paisaje de las damas con perrito, cuanto más pequeño, mejor. Solo una cosa me choca, y me cuesta, confieso, aceptar: Roma está llena de extranjeros: asiáticos, africanos, latinoamericanos, europeos del Este. Hay hasta una China Town, cerca de la Piazza Vittorio. Hace unos días me monté en un tranvía, ¡y nadie hablaba italiano! Uno está acostumbrado a estas cosas en Nueva York o en Paris. Pero para mí, que viví cinco años en Roma a comienzos de los 60, me resulta casi incongruente. Harían falta un Fellini o un Scola que pintaran la Roma actual.

Y si bien el nivel de vida de los italianos es exponencialmente más alto que los de cualquier latinoamericano, constato también que no es oro todo lo que reluce. El gobierno anuncia como una victoria una baja en el índice de desocupación: ha descendido un 0,2%, llegando a un 11%. Y los temas de conversación cotidiana de los italianos son de una chatura deprimente. En estos días, tomando un refresco o almorzando en un bar con mesas en la acerca, se me acercaron al menos tres hombres, italianos de mediana edad, pidiendo una moneda para comprar un panino.

En el terreno personal el esfuerzo del viaje valió la pena. La exposición de las fotos de mi padre quedó muy bien presentada, la inauguración fue un éxito de público y de notas de prensa. Y como frutilla del postre, en la Casa Argentina, un centro cultural dependiente de la embajada, se exhibió en la sala Fernando Birri EL ULTIMO BANDONEÓN. Sala llena, aplausos y elogios a granel.

Y sin embargo, regreso a Argentina con una sensación que me incomoda. Italia, país hermoso como pocos, dueño de una cultura frondosa y riquísima, que alimentó a la humanidad entera, está como si hubiera llegado a la meta, y donde llegó, se detuvo. Como si de aquí en adelante nada nuevo pudiera ocurrir, como si el futuro no existiera. Podrá haber cambios en el terreno de la política y del gobierno, se modificará algo la situación económica, pero es como si cada pieza estuviera en su casillero, se haya cerrado una tapa, y nadie pensara o se propusiera modificar el statu quo.

La elección de Macron en Francia se sintió como un alivio. Se habla de una entente entre el partido de Matteo Renzi, ex presidente del consejo, con Berlusconi, con tal de frenar el 5 Stelle del cómico Beppe Grillo. Aspiraciones, como se ve, apenas modestas.

Confieso que no encuentro las palabras para cerrar esta nota. Ni siquiera un signo de interrogación reflejaría mi estado de ánimo. Acudo al Dante: Nel mezzo del cammin di nostra vita mi ritrovai per una selva oscura ché la diritta via era smarrita.


Photo Credits: Nick Kenrick

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