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daniel campos
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Ricos y famosos en el tren A

Mi vuelo transatlántico aterrizó ya de noche en Nueva York. Desfasado por el cambio de huso horario, voy cansado y durmiéndome en el tren A de Howard Beach a Jay Street. Viajo al lado de la última puerta del último vagón, como casi siempre. Voy de pie pues mi espalda está tensa por tantas horas sentado. Además así observo mejor a la gente.

En el último asiento, apoyado contra la pared del vagón, un hombre afroamericano duerme y ronca. Lleva gorro, abrigo, pantalones y botas de trabajo negras. Su cara es redonda, su ensortijada barba debe tener tres días. Va desmayado de cansancio. Algunos asientos más adelante, recostado contra el respaldar, otro hombre negro que venía cabeceando ha caído dormido. Cruzó los brazos, dejó caer su cabeza hacia adelante, apoyando su barbilla en el pecho, y se entregó al sueño. Viste boina gris desgastada bajo la capucha de una sudadera vino tinto, jeans manchados y botas amarillas, sucias por el trabajo. Su barba gris le da aire de madurez y hay dignidad en su expresión de obrero dormido. En el resto del vagón, personas afroamericanas, latinas y del este de Asia viajan con caras de cansancio y en silencio. Nadie conversa.

Un joven asiático lleva audífonos puestos y menea su cabeza al ritmo de lo que escucha. Viste gorra y camisa estilo polo rosadas, pantalones negros, tenis blancas muy limpias y chaqueta amarilla. El tren se detiene en la estación de Hoyt-Schermerhorn. El muchacho se levanta para salir del vagón. Entonces leo en la espalda de su chaqueta, en letras blancas: I’LL BE RICH AND FAMOUS.


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