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Fabian Soberon
Photo Credits: Drew Stefani ©

Retrato del artista adolescente

El joven es un aspirante a pintor. Adolf ha sido rechazado en la Academia de Artes y su madre ha muerto. Vive en una pensión hasta que lo corren porque no paga el alquiler. Queda en la calle. Duerme unos días en la pieza de un hotel. No paga. Se recuesta en un garaje hasta que consigue un albergue público. Allí conoce a varios solitarios. Todos han sido ricos y ahora viven como desconocidos. Una tarde charla con un hombre que le cuenta que ha visitado los museos de Europa. A partir de esa tarde se hacen amigos.

Recorren las calles de la ciudad mientras conversan sobre el arte europeo. Adolf tiene un panorama mediocre y el marchand le parece culto. El hombre es un embaucador profesional. Convence a Adolf de que debe volver a dibujar. Adolf se entusiasma y retoma el oficio.

Ensaya figuras toscas y paisajes diluidos, imágenes compuestas por siluetas tomadas de los sueños. Su iconografía es elemental y anodina. Nada indica que sea un artista. Pero el joven siente el fulgor de la creación en los dedos y en el pecho. Por unos días, se siente redimido por la oportunidad que le entrega su reciente amigo. Durante meses de nieve y carestía el marchand coloca los dibujos en ambientes enrarecidos. Alcanza muchos clientes en el marco de la crisis.

Unos meses más tarde recaudan dinero y alquilan la pieza de un hotel. Tienen la existencia relajada de los bacanes.

Un policía toca la puerta de la habitación compartida. El marchand improvisado se ha ido a repartir los dibujos. El policía le dice que lo busca por fraude. Adolf lo entrega, lo traiciona. Huye del hotel y se convierte en un paria.

Adolf es un joven que promete.


Photo Credits: Drew Stefani ©

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