Ella carga su silueta gruesa y las telas brillantes y lujosas.
La vieja peluca roja no oculta la piel ácida y decrépita, el cúmulo de arrugas grises, el océano de dientes negros.
Para mí es un hada, un ángel insuperable y suave que rueda, certera y orgullosa, en el cielo imperioso de Inglaterra.
Me dicen el guardián del reino pero sólo soy un poeta.
Soy Shakespeare.
Y canto.
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