Sueño con que la informalidad de mi trabajo, se convierta en formalidad. Que cada tanto ver a un vendedor de libros ambulante por las calles, no sea considerado una rareza. Sostengo que leer nos ayudaría a disipar ciertos dolores, nos daría más y mejores opciones a la hora de elegir en nuestra vida cotidiana. Muchas de las personas que quisieron que nuestras vidas fueran mejores, seguramente, en algún momento, escribieron un libro. Leamos lo que pensaron y escribieron. Prestemos atención a sus ideas. Encontrémonos en personajes y lugares que están en los libros. Leamos lo que los grandes pensadores tenían para decirnos.
Sostengo, asimismo, que mientras más personas leerán, menos gobiernos nos harán pasar miserias, sufriremos menos engaños y menos mujeres serán abusada, maltratadas y silenciadas.
A mayor lectura, menos jefes nos dominarán, y así, menos limites absurdos nos pondrán. Los humanos somos mucho más que una persona que acata ordenes de alguien que no sabe hablar sin poner límites a otro. Pensar en esa libertad me motiva a seguir con mi trabajo. Creo fuertemente en el poder de los libros, en su capacidad de acercarnos poco a poco, libro tras libro, a las dulces sensaciones de libertad. Cuando pienso: «La lectura nos dará conocimiento, el conocimiento nos dará felicidad, la felicidad nos dará libertad”, también me pregunto: “¿necesitamos algo mas?»
Alguien me dijo alguna vez, que los libros son un rompecabezas de la cantidad de piezas que queramos ensamblar en nuestras vidas. Que mientras más libros leamos, más piezas iremos entrelazando. La imagen que irán creando es única y personal. Es la imagen que cada uno tiene de la realidad y de lo que quiere ver en ella.
Invito a quienes no son ávidos lectores que pidan recomendaciones de libros y de escritores. Si alguien les recomienda una lectura, muy probablemente estará tratando de decirle algo. Suelo recomendar la historia de Mariano Moreno, el secretario de la Revolución de Mayo, porque es la historia de alguien que pensó en nosotros como país libre. Su trágico final, despierta aún más preguntas acerca del pensamiento de los argentinos.
Les quiero contar un poco de mi trabajo. Como vendedor consigo libros en algún recoveco de la ciudad. Los compro baratos y hasta recibo donaciones de quienes son más solidarios y saben que, ciertos escritos, es mejor que estén dando vueltas por las mentes de los ciudadanos. Entonces, los pongo «pitucos», y los llevo a posibles lectores interesados en nutrirse de ellos. Y así, este vendedor, se hace unos pesitos para costear gastos de familia y estudios; y todos aprendemos un poco de sus libros.
El andar diario por las calles de la gran ciudad, me mostró a los niños que habitan en sus veredas, esos que duermen sobre el piso en el que andamos, durante el día, a pasos acelerados. Decidí regalar a estos pequeños, algunos libros que suelo cargar en mi bolso, porque, si nosotros no queremos leer pues no leamos, pero demos a ellos la posibilidad de disfrutar de la creatividad y construir sus pensamientos. Si querés participar de esta iniciativa desinteresada, te invito a donar libros infantiles.
Atentamente.
El Vendedor Ambulante De Libros.
Photo by: Martin Fisch ©