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Redescubriendo la primera carta de Colón

La relación compendiada por Fray Bartolomé de las Casas, a propósito del primer viaje de Colón, sugiere un baluarte en la documentación historiográfica de los últimos quinientos años, más allá de que su percepción o hermenéutica del cronista condicione el ejercicio comprensivo de nuestra enciclopedia colectiva y configura una crasa discusión sociológica que todavía confronta las distintas percepciones en virtud de este hecho que dividió a la Humanidad. Ante esto, aportes célebres como el de Todorov y O´Gorman, en cuya función compete este estudio, sustentan una sagaz aclaración que invita a concentrar la atención en la raíz ontológica del sincretismo más significativo de la Historia. Dicha importancia es referida por Todorov (1987, 15) cuando afirma que “el descubrimiento de América es lo que anuncia y funda nuestra identidad presente”.

Para estudiar acuciosamente el concepto de “Descubrimiento” desde el testimonio del primer viaje de Colón, vale centrarnos en Colón mismo. Todorov (1987, 19) estudia el concepto al desarrollar la imagen activa de quien lo representa y expone que la sed de este personaje, entre otras motivaciones, es el reconocimiento histórico y el oro sería poco más que la herramienta para contribuir en su apoteósica empresa: “Si le importa la riqueza, es porque significa el reconocimiento de su papel de descubridor” Todorov (1987, 19). Por su parte, O´Gorman (1995, 9) se centra en el concepto y suscita, desde el prólogo de su libro La invención de América, una contundente tesis sobre dicha acepción historiográfica: “La aparición de América en el seno de la Cultura Occidental no se explicaba de un modo satisfactorio pensando que había sido descubierta”. Por tanto, prefiere llamar este momento como la “conquista filosófica de América” (O´Gorman, 1995, 9) que, claramente, sugiere un discurso que trasciende las versiones enciclopédicas. Ante esto, supone que dicho descubrimiento excede la mera concepción territorial: “[…] la clave para resolver el problema de la aparición histórica de América estaba en considerar ese suceso como el resultado de una invención del pensamiento occidental y no ya como el de un descubrimiento meramente físico” (O´Gorman, 1995, 9).  Ahora bien, aplicado este preludio en la primera carta de Colón, se puede evidenciar que es recurrente la asunción de una nueva ruta, mas no de un nuevo continente y ahí se deriva la gran dicotomía planteada por O´Gorman (1995, 15): “[…] no es lo mismo llegar a una isla que se cree cercana al Japón que revelar la existencia de un continente”. En este punto se evidencia la confrontación de dos ideas y se supera la simple aseveración del encuentro de dos concepciones territoriales, tal como se evidencia cuando Colón (1991, s/p) describe: “Ellos no traen armas un las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban con ignorancia”. Esto atañe a la crasa discusión concerniente con el discurso histórico y de ahí parte el reconocimiento de los notables hechos a través del ejercicio hermenéutico: “[…] dicho de otro modo, que cuando se nos asegura que Colón descubrió a América no se trata de un hecho, sino meramente de la interpretación de un hecho” (O´Gorman, 1995, 15).

Ambas propuestas, Todorov y O´Gorman, especialmente el segundo, comprenden no la intención de determinar explícitamente la historia de manera enciclopédica, sino plantear, desde una flexión crítica, la remanente acepción del concepto de “Descubrimiento”, por tanto, la intención de dicho aporte no es evaluar: “cómo, cuándo y quién descubrió América, sino la idea misma de que América fue descubierta” (O´Gorman, 1995, 16). Ante esta cuestión, es importante citar la relación de Fray Bartolomé que preludia la carta: “Este es el primer viaje y las derrotas y camino que hizo el Almirante don Cristóbal Colón cuando descubrió las Indias” (Colón, 1991, s/p). Puede notarse que, desde los primeros cronistas, siendo el primero Gonzalo Fernández de Oviedo, ya se asume el concepto. En el caso de este último, O´Gorman (1995, 21) reconoce que no es notoria una intención discursiva mediadora y parcializada en la relación cronológica, sino un ejercicio mimético de un concepto que ya estaba reproducido, sin embargo, este testimonio tiende a declinarse como certero si se precisa en la noción de que lo descubierto es América y es, precisamente, porque la referencia del “piloto anónimo”, texto asumido como leyenda, no resulta confiable como documento. La mención de descubrimiento se explicita en la primera carta una treintena de veces en diversos contextos, por ejemplo, en el saludo que eleva Colón a los reyes, cuando les recuerda el pacto de que lo nombren almirante y gobernador: “[…] Virrey y Gobernador perpetuo de todas las islas y tierra firme que yo descubriese y ganase” (Colón, 1991, s/p). Con semejante ímpetu, expresa en su bitácora del 18 de octubre: “[…] tanto que yo descubrí toda aquella parte de la isla hasta la costa” (Colón, 1991, s/p). Posteriormente, vuelve a manifestar su deseo de “descubrir lo más que yo pudiere para volver a Vuestras Altezas” (Colón, 1991, s/p).

Ese abigarramiento cultural que tiene como génesis este momento, plantea un reconocimiento del otro y, por ende, la confluencia o sincretismo de las otredades: “Uno puede descubrir a los otros en un mismo, darse cuenta de que no somos una sustancia homogénea […]” (Todorov, 1987, 13). Esta pregunta resume la casi irresoluta discusión por la identidad y cómo el Descubrimiento fue, posiblemente, el momento en que la Humanidad se miró más tiempo en el espejo y se cruzó con que su rostro era cambiante y polícromo.

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