Ya dejó de ser noticia que alguien levante una piedra y encuentre una civilización de cinco mil años. Ya dejó de sorprendernos, es una lástima, hay que decirlo, que nos importe lo mismo tener acceso a casi toda la información que se emitió en el mundo con solo tener Internet al alcance de la mano. Pero la humanidad lleva miles de años trabajando para que las cosas funcionen así, o no trabajando, digamos, por si vienen los dioses de la lengua a leer estas tristes líneas dentro de cinco mil años. Aunque duela, porque debe de doler, la verdad es que todos hemos puesto nuestro grano de arena para lograrlo. Y aunque tengamos todas las armas y las herramientas para lograr lo contrario. Y sí, luego de pensarlo, luego del sorbo de café, recuerdo que soy un engranaje más de esa maquinaria disfuncional que es la humanidad. Y luego del sorbo, y del silencio, me descubro un grano más de arena. Por suerte.
Pero quienes nos dedicamos a escribir el mundo no claudicamos en esto de leer las noticias, la historia y la ficción, que son todas una sola cosa. No aprendemos y, además, no nos dejamos enseñar. Como los primeros animales, los extintos. Ahora mismo estoy yo ahí, aquí, allí, detrás de alguna noticia a punto de acabar con algo vivo. Delante de una historia oficial de algo que nunca existió. Adentro de una ficción que ya existe, pero que no lo sabe todavía.
Una última aclaración, para quienes ya me hicieron llegar sus dudas a través del teléfono móvil: esto no es una noticia. O sí. O no.
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