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Mario Blanco
Photo Credits: Jason Thibault ©

Quebec y sus hábitos

Pasa el tiempo por nuestras vidas y éstas por el tiempo. Llevo 18 años viviendo en Quebec, Canadá y me parece que llegué ayer cargado de responsabilidades, motivaciones, sueños y preocupaciones.

Comencé, y luego con mi familia escalonadamente comenzamos, a adaptarnos a este país y en específico a esta provincia que en más de una ocasión, ha querido independizarse  por ser la más afrancesada de todas las canadienses que son profundamente inglesas. Sus ciudadanos conservan en sus ancestros la convicción de haber sido tratados como ciudadanos de segunda.

De hecho algunos escritores autóctonos han profundizado en este tema, y hay también un libro de un autor chileno, José del Pozo, “La Hoja de Arce y la flor de lis” que trata mucho sobre este asunto.

Todas las comunidades y sociedades van creando sus costumbres. En otra ocasión me referí a los jubilados de St Hyacinthe, otra ciudad de la provincia de Quebec.

Hoy en específico, pues es imposible abarcar en un solo artículo todas las costumbres de este enorme territorio, quiero hacer hincapié en los desayunos del domingo en los restaurantes. Muchas veces algunos extranjeros hemos criticado a los quebecos por  gastar mucho dinero al comer con asiduidad  en restaurantes. En vez de ahorrar más para poder, por ejemplo hacerse de una propiedad, muchos de ellos viven rentados durante décadas, sin tener la preocupación de aspirar a tener casa propia. Pero cada ser humano es un mundo y las comunidades van formando costumbres  que se generalizan poco a  poco. Pero volvemos al tema de este artículo: el desayuno familiar dominical que habitualmente se hace en un restaurante.

Las pocas veces que he asistido a ese desayuno dominical, he apreciado el ambiente y me he contagiado, de  la alegría, el gusto, la satisfacción de reunir a la familia en la primera ingestión de los alimentos del día, cuando uno está fresco, descansado de las tareas de la semana. El entorno familiar se torna un paraíso terrenal. Observar como todos ellos, desde los niños hasta los ancianos  comparten ese momento tan íntimo y acogedor, ha resultado un aprendizaje más de esta cultura quebeco-francesa que realmente motiva y lleva  a la meditación.

Una vez más hago hincapié en que vivimos, y muchas veces no nos percatamos dentro de un mundo maravilloso que se mueve a nuestro alrededor, o quizás también que miramos y no vemos, o que aceptamos y convivimos con determinadas situaciones sin reflexionar y sacar nuestras propias conclusiones.

En fin, que la vida trascurre día a día y en nuestro peregrinar por este mundo, y si bien algunos viven felizmente también sin detenerse en ciertos detalles para mi es una alegría observar y relatar, pequeños acontecimientos que a mi juicio son parte importante de nuestra sociedad.

A veces vivimos largos años en un lugar y nos compenetramos tanto que se nos hace difícil deslindar  lo  propio  y lo que asimilamos de la segunda patria.


Photo Credits: Jason Thibault ©

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