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sergio marentes
Photo Credits:Markus Spiske ©

Propuesta decente del futuro robótico

Llegó una carta en formato digital. Llegó en forma de correo electrónico. Dice, luego de un saludo caluroso y afectuoso, nada formal, por cierto, pero tan cercano como si se tratara de algún familiar cercano, de toda la vida, y que hace mucho tiempo no veía, que por favor me comunique cuanto antes a un número extensísimo que ponen al final para notificar sobre mi avance literario del año. El remitente es una Academia de la lengua de un país que no conozco y del que jamás había oído hablar. Parece un país del futuro, pero no investigo por miedo a las represalias del tiempo. Con el futuro nunca se sabe, pienso. Me advierte que los académicos que la componen están alerta a mi respuesta para la respectiva nominación a los galardones del año en curso, entre ellos en Nobel de Literatura. Me recomiendan celeridad con el encargo y sigilo con el manejo de esta información. Me advierten que no pocos están al acecho y que no cualquiera recibe esto en su buzón. Me adjuntan algunos documentos que me recomiendan estudiar para la posterior escritura de los discursos que me serán solicitados por las ferias del libro de todo el mundo y las agencias de periodismo que están al tanto del mundillo literario. Y, para finalizar de forma tajante, me advierten que nadie más que yo, y del secretario encargado de la redacción, conoce el contenido de tal mensaje. Que ni se me ocurra intentar responder el correo porque no habrá antivirus capaz de defenderme.

Baste decir que el correo llegó el primer día del año, a eso de las seis de la mañana, de la forma más sospechosa posible, y que por eso es que todavía no lo respondí. Baste decir que no lo pienso responder hasta que, por lo menos en un mapa, se digne a aparecer este país venido del futuro, o de la imaginación de un robot, buen redactor de cartas, por cierto.


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