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ella fitzgerald
Photo by: IISG ©

Primer movimiento

Cuando subió a un escenario por primera vez, estaba tan muerta de miedo que no pudo hacer ninguno de los movimientos por los que estaba allí. Había ido al concurso de talentos del Apollo Theater para bailar, pero no pudo. Justo antes que ella, la actuación magistral de un dúo de bailarinas había logrado la ovación del público y eso la dejó en blanco. Casi como reacción visceral, como defensa, sacó su voz y esa fue la primera vez que Ella Fitzgerald cantó en público, en un escenario.

La creación sucede en los cuellos de botella, escribe Deleuze en “Los Intercesores”, un texto muy hermoso sobre el proceso de creación y aquellos otros con los que formamos una red al sumergirnos en ese proceso. “Si un creador no está atrapado por un conjunto de imposibilidades, no es un creador. Un creador es alguien que crea sus propias imposibilidades, y que crea lo posible al mismo tiempo.” Pero además, sigue Deleuze, sin los intercesores la creación no es posible. Puede tratarse de filósofos, artistas, sabios, pero también los intercesores son cosas, plantas, animales. “Ficticios o reales, animados o inanimados, es necesario fabricar sus propios intercesores. Es una serie. Si no formamos una serie, incluso completamente imaginaria, estamos perdidos.”

Hace poco me enteré de que Django Reinhardt, uno de los mejores guitarristas del mundo, tocaba solo con dos dedos de su mano izquierda. A los 18 años, un incendio en la caravana gitana en la que vivía arrasó con todo y quemó su cuerpo. Perdió movilidad en gran parte de la mano izquierda y los médicos aseguraron que ya no podría volver a tocar. Reinhardt no les creyó. Inventó, en cambio, un nuevo método, otra forma, un estilo instrumental que revolucionó la música del siglo XX.

Fitzgerald cantó por primera vez como respuesta al pánico, Reinhardt tocaba solo con dos dedos de su mano izquierda, Bowie también quiso ser monje budista y Thom Yorke, con esa hermosura de ojo mocho, fue el niño más bulliado.

A pocos días de dar el salto, hay una convención de demonios y fantasmas reunidos en mi cerebro. Vinieron como a instalarse, con reposera y manta. Entonces pienso en Fitzgerald, Django, en Bowie y en Thom. Ellos, intercesores, te ayudan a vivir.


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