Sin miedos ni amenazas, la noche se cierne sobre los rebeldes. Después de un día de lucha, el cansancio de sus huesos y el dolor de sus muslos se burlan de sus intenciones.
¿Se creían invencibles? ¿Acaso pensaban que eran de acero? ¿O hijos de los Titanes? La lucha tiene un precio: pulmones rotos e intenciones asfixiadas. ¿O será al revés?
El estómago reclama alimentos, el cerebro busca ideales, el corazón necesita arrechera para enfrentar armas y gases, las piernas descanso. Cada uno algo distinto, halando para su propio lado, atormentando a la misma alma. La jornada fue larga, pero más largos han sido los 18 años de gobierno “socialista”, de miseria entregada a cuentagotas y destrucción constante.
¿Mañana saldremos de nuevo o descansaremos? No habrá plaza, parque, ciudad, pueblo, iglesia, cuartel, dirigente, médico, artista, cura, militar, abogado o preso que esté a salvo del incendio, del hambre voraz de las llamas de la verdadera revolución.
Photo Credits: Hugo Londoño