Mariza Bafile y Flavia Romaní me pidieron otros poemas para compartirlos con los lectores de ViceVersa. He aquí algunos textos que surgieron en torno a mi tierra primera, el Departamento de Madre de Dios, en el sur-oriente peruano, atravesado por el antaño conocido como río Amarumayo (de la serpiente, en su traducción al castellano) y hoy nombrado como el Departamento por donde fluye hasta Bolivia. Los he seleccionado de mis libros Madre Selva (Trilce, Salamanca, 2002. Prólogo de Jesús Hilario Tundidor. Dibujos de portada e interiores de Miguel Elías) y Memorial de Tierraverde (Lancom, Lima, 2014. Pintura de portada de Oswaldo Higuchi). Las fotografías son obra de André Bärtschi, magistral a la hora de captar imágenes de la Amazonía peruana, y a quien, desde España, agradezco por el valioso aporte que va dejando. Todas, salvo en la que aparezco por el río Manu, allá por el año 1992, disparada Rafael ‘Pachala’ Salhuana.
Fotografías de André Bärtschi
NO DEJARON CAZAR A DON LUIS SANIHUE
No dejaron cazar a don Luis Sanihue
en el territorio que conmemoraba
sus latidos.
No lo dejaron entrar.
No quisieron que buscara comida.
De pronto las leyes protegieron al turista
y no al nativo; a las petroleras y no al poblador
del bosque; al animal y no al hombre cuya etnia
por siglos se sirvió de fauna y flora con prudencia.
Vienen y van,
mostrando vergonzosas licencias, aquellos
saqueadores de especies y pócimas ancestrales;
pero el guardabosque comunicó a Sanihue
que ya no tenía ningún derecho a mitayar
sobre el suelo de Tambopata-Candamo.
El mundo está al revés, se dijo.
Colgó arco y flechas
y se dejó morir
de hambre.
PALIZADAS
¡Y qué me dirán ustedes
si les cuento que vi pasar palizadas
cargadas de achunis y trompeteros!
Pasaba lentamente alguna palizada,
con esa serpiente sólita soleándose
en la rama del renaco partido por un rayo.
Caían lluvias torrenciales
y el gran río bajaba crecido, arrastrando
troncos que guardaban el canto de los pájaros.
¡Es el padre invierno quien empoza los bajíos,
barre lo que quiere y lo deposita
en ríos y quebradas!
Volaban pihuichos sobre árboles a la deriva
y semillas flotando hasta podrirse.
Cosas así se veían pasar lentamente.
LUCIÉRNAGAS
Me acerqué al encantamiento.
Vi farolas al crepúsculo,
mecheros encendidos como fuegos
aleteados.
Dádivas volando, centellas
delante de mis ojos.
Fue en el tiempo de la infancia.
Fue cuando se tejen asombros
ante la luz de las luciérnagas.
CRIANZA
Próximo a la selva inmensa,
próximo al pulmón permanente
de lo que no tiene límites.
Así me crié.
Todo tan verde
en una plenitud indisimulada.
No conocí puntos finales
y sí acentos de hombres llegados
desde diferentes lugares del planeta.
Quizá esa pluralidad hizo grande
mi mirada
ante la costra insolidaria.
Quizá lo no olvidado
sea la selva y su fragancia.
BALSEROS
Esta madrugada se escuchan voces
por la orilla del río.
Los balseros meten su tángana en la greda;
impulsan troncas aguas abajo,
hasta el aserradero de Maldonado:
“¡Ey, Amasifuén, coloca recto el remo de cola,
puede que estemos cerca de un remolino!”
“¡Oye Lagarto, alumbra rápido, carajo…!”
Los dejo entre sombras y neblinas,
demorándose en sus afanes, galopando
sobre troncas, silbando como ayaymamas.
Esta madrugada muy lentos me llegan
los sueños.
ALLÍ DONDE ERA MI ALEGRÍA…
Allí donde era mi alegría,
hoy parece un aledaño
de Marte.
La destrucción es veloz
y no tiene ninguna pena.
Fácil es herir lo indefenso,
mutilar, destrozar
con tenacidad de verdugo.
Y siempre una draga
o un aserradero
tras lo devastado.
Vano intento de comprender
esta realidad atroz.
No habrá bosque
que sobreviva
si van por libre los feroces.
GARZA VISTA AL FINAL DEL ARCOIRIS
Sé que estos bosques
lagrimean sus resinas
si me sienten lejos.
Por eso vuelvo si puedo
donde la vida verde
recibe mi cuerpo
como algo muy suyo.
Durante un viaje,
la lluvia bautizaba
mis oraciones, cuando
-por la orilla del lago-
vi la belleza
solitaria de una garza
sobre cuya cabeza terminaba
el arcoiris.
En esa tierra sagrada
terminé postrando
mis rodillas.
MEMORIAL DEL MANU
I
Porque amo el delirio que provocan los vapores densos puedo convocar a la lluvia y a las garzas danzarinas que atraviesan el cielo de estos bosques. Aquí no hay desengaños: éste es el origen de un desconocido pez de escamas doradas, el reducto donde tintinea la creación alquímica, el lugar de donde posiblemente se calcó el paraíso. Aquí está el escondrijo del lobo de río, los frutos que alimentan al venado, el venado que alimenta al jaguar, el jaguar que al morir proporciona comida al shansho carroñero y abona el suelo y germinan más aprisa las semillas que luego darán alimento a los monos, monos que serán cazados por águilas y machiguengas… El Manu es naturaleza inventada para ser heredad del mundo. Cocha Cashu es la laguna de cobalto donde se moja el Tiempo, rodeado de una fronda peinada por el canto inspirado de los pájaros.
V
EN este día, en este aire, en medio de esta lluvia, se congregan guacamayos en el barranco sagrado. Comen greda como antídoto necesario para la baya venenosa de la que se alimentan. Luego del éxodo, al cierre de la tarde, llegan coloridas mariposas al recodo del río donde se esquiva los finales intempestivos. Empiezo a creer aconteceres que levantan la alegría en reinos donde la hermosura resulta inagotable.
VII
AL menor descuido una víbora puede enlazarse a tus pasos, herirte la existencia… La fragancia de orquídeas no ahuyenta el miedo. La madre selva te hace frágil, pues acumula imperceptibles acechanzas, peligros que nos sobrepasan a cada trecho. Luego observas el vuelo de libélulas o el perfil casi imperceptible de un Gallito de las Rocas y la hermosura vuelve a instalarse en la médula condolida del bosque.
X
Vi ojos de mujer yaminahua dando cuenta de un mestizaje. Vi ancestros comunes con ella y con sus hijos, pues el apellido coincidía y también el prontuario del abuelo. No juzgo, solo constato eslabones descargados a la aventura y al supremo ensamble del deseo. Volveré en otra ocasión para que me hable de la llave solar que les enciende la esperanza, de los mitos que organizan sus vidas, del marrón intenso de sus ojos. En vez de lágrimas prevaleció la presión de una aurora de relámpagos.
EL TORO ENCANTADO
Quizás yo sólo sea el reverso de una sombra
o la figura revelada bajo el último relámpago
sobre el paisaje de mi heredad,
allá donde estaba soñando el porvenir
montado sobre un toro tan antiguo como el amor,
más acá de la altura del barranco de los aguajales,
emplumado con calendarios que ignoran
la desaparición de tan verde lugar.
El toro es lo único que me resta de aquel paraíso.
Voy por sendas sobre tan noble animal
cuyo bramido hace que rememore el encantamiento,
de todo lo que era posible entonces,
cuando cielos y bosques ensanchaban mi corazón.
Quizás mi destino se fraguó alrededor del toro
cuyas fuerzas no flaquean por su cuero
resbaloso de presagios.
Pero todo se confunde en la ceremonia
que dentellea lo dichoso entre árboles ululando
al sentirme volver tras larga ausencia.
Quizás en otra época mis pies trazaron la trocha
de libertad por la que me lleva el animal.
Al final del camino, el toro parece comprender
el mucho secreto de mi tristeza. Sabe de mí,
pues él mismo se grabó mi nombre en su frente.
Quizás yo sea ese toro que recoge las sobras
del festín y entierra las patas en el suelo
de su antiguo paraíso.
SELVA DE HOY Y DE MAÑANA
Tenemos el gozo
y la agonía balanceándose
en la memoria,
suelos arrasados, árboles humeantes,
frágiles orquídeas brotando.
La misma belleza es casi nada
si van mutilándola.
Por los aires el olor de los incendios,
la premonición oscura.
Dentro de las aguas el veneno,
como anticipo de lo fatal.
Oh selva nuestra, ¿cómo quitar
los arañazos de tu dermis,
harta de calamidad y latrocinio?
¿Mañana, cuando acabe
el desenfreno, aun podremos verte?
A todo tu cuerpo ponen precio
y pugnan por plusvalías,
cual laberinto de ambiciones.
Amazónico confín, ¡no
deseamos que estés bajo la acción
de la cadaverina!
Querámoste hoy
para que el mañana no te hiera
o despedace.